En los tiempos en que gobernó la Profesora Blanca Batalla Herver se decidió retirar por sorpresa y en horas de la madrugada los puestos de cartón, madera y lámina, ante los azorados ojos de los comerciantes que no daban crédito a lo que sucedía.
Cuando llegaron los primeros rayos solares y antes de que los comerciantes desalojados salieran de la sorpresa, cuadrillas de albañiles llegaron al lugar removiendo las piedras centenarias, pavimentando la calle, instalando bancas de hierro y sembrando palmas en algunos espacios.
Sin embargo, esta calle hoy día ha sido tomada por algunos comerciantes en un afán por repetir la historia. Pululan boleros, vendedores ambulantes y el comercio establecido saca mercancías en la plaza como si de una extensión de su negocio se tratara.
No hay espacio para sentare cómodamente para leer un libro o para descansar un poco y refrescarse del intenso sol que nos agobia. Es un pequeño espacio, que al decir de muchos, debe ser rescatado para ponerlo otra vez a disposición del peatón, que solo necesita un buen lugar para descansar, es un espacio del ciudadano, de la familia, de todos.
