Cada nuevo ayuntamiento está obligado a presentar dentro de los primeros cuatro meses de iniciado su encargo el plan correspondiente para lo cual deberá hacer consultas entre la ciudadanía a través de sus diferentes actores, individuos u organizaciones, que permitan identificar la problemática social y proponer las soluciones pertinentes.
Hasta ahí todo va muy bien. Si algo es valioso y necesario es saber qué y cómo se debe planear la administración pública.
En estas fechas se llevan a cabo estas consultas y se cumple al pie de la letra lo que la ley dispone. Así ha ocurrido desde que ello entraña una obligación legal cuando, en el ya lejano año de 1983, Miguel de la Madrid inicio el sistema de planeación.
Desde entonces, ha sido por mandato de ley casi un ritual cívico la elaboración de tan importante documento y sus sucedáneos en los estados de la República y en los ayuntamientos que componen la geografía política de México.
Como canon laico, se ha asumido el conformar este documento que por su elaboración, es de tal suerte perfeccionista que llega, sin exageración, al preciosismo o virtuosismo en el papel. Pero solamente en el papel. La argumentación justificatoria, la exposición de motivos y las bondades del documento en cada una de sus vertientes, se encuentra más que acreditada, ponderada a grados sublimes. Nada queda por incluir. Todo está previsto. Es un dechado de diagnosis.
El análisis de fondo respecto a todo aquello que se identifica como factor de atraso o que impide la marcha de cada una de las aéreas de los tres poderes, federal o estatales y de los ayuntamientos, está contemplada. No falta nada en el catalogo de asuntos públicos por enfrentar y resolver por las diversas autoridades responsables.
Los documentos son una especie de los mil y un problemas analizados, resueltos por el correspondiente plan de desarrollo, ya sea federal, estatal o municipal. Los sesudos diagnósticos resultantes de profundísimos estudios de todos los agobios sociales y económicos están incluidos. No falta absolutamente nada sin estudiar. Todo está considerado.
El plan, cualquiera que sea, en sus diferentes ámbitos de aplicación, es dogma inatacable. Nada quedó fuera de análisis, todo está meditado y todo es perfecto. Es un documento encantador.
El papel admite todo lo que estampen sobre él. Desde la mayor genialidad hasta la más inverosímil argumentación; no es todo por muy de excelentes buenas intenciones con que se imprima. Eso ha sido en la práctica el mentado Sistema Nacional de Planeación. Un catalogo de buenas intenciones plasmado con los mejores deseos. Un tratado virtuoso de lo que debe hacerse, pero que no se hace.
La renovación periódica de ese ritual cívico, pregonado con estruendosas fanfarrias, no pasa de ser un buen propósito comprometido con buena fe pero sin la operatividad, recursos y sobre todo voluntad para cristalizarlo. Una obligación impuesta por la ley que se ejecuta, pero no se cumple. Se dibuja lastimosamente la caricatura de Ambrosio y su famosa carabina.
De 1983 han pasado 31 años con el que corre y si se hiciera un recuento de las maravillas que cada plan propone, con los magros resultados que se obtienen, de verdad, dan ganas de llorar a media plaza pública de cualquier rincón de la Patria, por la decepción e impotencia que el ciudadano común recibe como fruto de ese título preciosista, en que se incluyen todos los problemas de cada rincón del país y su teórica remediación.
Como detalle alusivo al tópico, el 1° de diciembre de 1976, hace casi 38 años el Ayuntamiento de Xalapa iniciaba un nuevo periodo presidido por el autor de estas líneas. Ese día fue dado a conocer al pueblo de la Capital del Estado el primer Plan Municipal de Gobierno, así denominado. No existía, entonces, la obligación legal a partir de 1983. El documento, que puede consultarse, se adelantó a la normativa actual y contenía en su esencia lo fundamental para el desarrollo del municipio y un capítulo especial para someterlo a una cuidadosa evaluación anual y final.
Hoy el H. Ayuntamiento de Xalapa, presidido por Américo Zúñiga Martínez, reconocido xalapeño heredero del limpio legado de sus familiares: Guillermo y Salvador, hace lo propio. Seguramente el Cabildo aprobará un título excepcional, mejor que el de hace tres años.
Existen despachos profesionales que, con los machotes de anteriores planes de la mayoría de ayuntamientos del Estado, principalmente de los más grandes como Veracruz, Coatzacoalcos, Córdoba, Orizaba, Poza Rica, Tuxpan y todos los demás, venden a los alcaldes que con eso cumplirán la elaboración del plan. Xalapa no es la excepción. Habrá que ver dentro de cuatro años cuáles fueron los resultados del plan mediante un serio proceso de seguimiento y evaluación.
Por ahora cabe preguntar ¿Quién pide cuentas del Plan Municipal de Desarrollo aprobado y vigente de hace tres años, cuando fue alcaldesa Elizabeth Morales? ¿Y qué con todos los ex alcaldes de Veracruz? ¿Quién responde? ¡Nadie!