Embarazo adolescente
Cecilia Muñoz
Si de algo podemos estar orgullosos los veracruzanos, además de nuestro característico buen humor y de poseer un puerto donde las olas del mar hacen su nido, es de ir a la cabeza en la carrera nacional de casi todo lo que se nos ocurra: violencia, defunciones por diabetes, feminicidios, muertes maternas y embarazo adolescente.
Y mientras Veracruz ocupa el segundo lugar a nivel nacional en embarazos adolescentes, Xalapa se encuentra en el segundo puesto estatal, de acuerdo con Guadalupe López García, quien presentó en días pasados los resultados de la investigación “Panorama de la situación del embarazo adolescente y abandono escolar”. Como si lo anterior no fuera de por sí lamentable, en marzo de este año Adolfo Toss Capistrán reveló que hasta ese momento de la administración municipal, el DIF había detectado entre 30 y 40 casos de niñas embarazadas, niñas entre los 13 y 15 años, aunque también hay registro de embarazo en infantes de 10 a 14 años.
La falta de estrategias de las instituciones para prevenir el embarazo adolescente, acusó Guadalupe López García, ocasionó que éste, en vez de disminuir, aumentara, mientras que su continuación está ligada a la educación y cultura que les impiden a las menores acceder a una Interrupción Legal del Embarazo. Y a eso habría que añadirle que hasta julio de este año, se estimaba que solo el 80% del personal de Salud había recibido capacitación sobre la Norma 046, la cual establece los procedimientos para atender a las mujeres víctimas de violencia sexual: otorgar profilaxis para evitar ETS y anticonceptivos de emergencia, así como derivarlas a una Interrupción Legal del Embarazo en caso de necesitarlo.
Por supuesto, se podría decir que todo esto se evita desde casa, ¿pero cómo? En muchos casos, la violencia sexual que deriva en un embarazo inicia ahí y en otros, la educación es mediocre. No se habla de sexualidad y cuando se aborda el tema, la parcialidad reina. “La charla” se imagina cuando los menores cumplen 12 o 13 años, cuando se cree que han dejado la infancia y se adentran en el estallido de hormonas de la adolescencia, pero se olvida que la sexualidad humana atraviesa todos los aspectos de nuestra vida: biológico, psicológico y social. Postergando “la charla” hasta el inicio de la adolescencia, la sexualidad termina revistiéndose de ignorancia.
No hay, sin embargo, que bajar la guardia. Mientras las instituciones –¿Salud, Educación, Gobierno?– tratan de mejorar su chamba, nosotros como padres, familiares o maestros, tratemos de poner nuestra granito de arena desde el conocimiento, respeto y cariño hacia los niños y jóvenes. Recordemos: ellos y especialmente ellas aún están aprendiendo y lo que requieren no son responsabilidades que sobrepasen su edad, ni juicios ni imposiciones, sino guía.
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