Salvador Muñoz
Atrás del quemado de Mina
No sé en qué “méndiga” cabeza cabe sumarle al clima de violencia que se vive en Veracruz, entre ajustes de cuentas de presuntos criminales y ejecuciones tan inconcebibles como el de la Fiscal Yendi Torres Castellanos, un crimen tan atroz que raya en lo enfermo, como es el rociar de combustible a un indigente y prenderle fuego. Hay un dejo de coraje, sed de justicia pero también de vergüenza en este hecho que es seguro, no sólo se comparte en Minatitlán, donde ocurrieron los lamentables hechos, sino en toda la entidad… Los reportes que he leído, hablan de un solo actor de este crimen en el que lamentablemente falleció “El señor de las Cobijas”, como se le conocía.
En el 2005, en Barcelona, España, fue muy sonado el caso de tres jóvenes (uno de ellos, menor de edad) que quemaron a una indigente que se había refugiado en un cajero para pernoctar. Previo a aventarle un bidón con combustible y prenderle fuego, hubo lugar para molestarla arrojándole objetos. ¿Qué fin perseguían? “molestarla”. A los asesinos de Rosario Endrinal se les castigó con casi 30 años de cárcel.
Hace un año, allá por diciembre, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, un indigente de 27 años, mientras dormía en la jardinera del parque central a un costado de la catedral de San Marcos, un sujeto le roció combustible y prendió fuego. Quizás su juventud fue lo que lo ayudó a despojarse de sus ropas. Ingresó al hospital con quemaduras de primer y segundo grados. Al poco tiempo, gracias a las cámaras de vigilancia, hubo un detenido aunque no se aportó muchos datos del sujeto.
En la Ciudad de México, pasado el Grito de Independencia de este año, hubo un hecho inusual. Durante una semana o un poco más, reportaron cuerpos de auxilio médico y policía, cuatro casos de indigentes que fueron quemados mientras dormían en las calles.
Algo ocurre… este año, en marzo, en Palermo (Italia), un indigente es rociado con combustible para convertirlo al momento en una antorcha humana. Hace casi dos semanas, en Munich, Alemania, dos jóvenes prenden fuego a las pertenencias de un indigente sin causarle en este caso daño a su persona…
Hay una constante en estos hechos… jóvenes. Al menos en los casos en que hubo evidencia grabada. No descarto que en los otros, donde no hubo tal, igual haya participación de éstos. Tampoco descarto que la pretensión en la mayoría de éstos haya sido “molestar” y “no lastimar o mucho menos matar”, todo esto expresado con una cabeza gacha…
Asumo que detrás de ello, de una manera tácita, en cada joven que cometió este crimen (hablo desde adolescentes hasta quizás 25 años), hay un dejo de exterminio, de odio, de resentimiento y discriminación.
Agreden al indigente por creerlo inferior, indefenso, sin valor. El asunto es cómo es que estos jóvenes llegan a esas tablas de valores que igual pueden ser equiparadas a las de muchos que se han visto involucrados en otros crímenes como el de la violación de compañeras de escuela… ¿les suena el caso?
Las escalas de valores sólo las retoman de sus familias, que esto no quiere decir que “toda” la familia sea una ojete… me refiero a que copian “el modelo” de la figura que idealizan, en la mayor parte de los casos, puede ser el padre, un tío, un hermano mayor.
Lo demás, es encontrar afines, criterios afines que pueden ver a un anciano como blanco de burlas, a una joven como presa de instintos, o a un indigente como un ser desechable.
Han de disculpar, pero si el clima de inseguridad y violencia que se vive en Veracruz lacera, este crimen perpetrado contra “el Señor de las Cobijas” es una vergüenza que espero se castigue, porque quien lo cometió implica un riesgo para la sociedad si encuentra afines a él… si no es que ya los encontró.