Salvador Muñoz
Rapiña electoral
Permítanme iniciar con una frase del filósofo tabasqueño rey de la Chunchaca, el Señor Chico Ché: “¿Dónde te agarró el temblor?”
Si bien es una frase recurrente que rompe hasta cierto punto el estrés acumulado ante un fenómeno tan devastador como lo fue el sismo del pasado jueves, hay otros eventos que nos pueden todavía más ayudar a reconfortar nuestro espíritu ante las pérdidas económicas o de seres queridos durante este suceso.
Quiero referirme a Ángel Sánchez Santiago, un habitante de Juchitán, Oaxaca, municipio devastado por el temblor, cuya imagen recorrió el mundo después de que se dirigiera al Palacio Municipal de su pueblo, tomara nuestra Bandera Nacional, y la pusiera en lo más alto de los escombros, en lo que fue reducido el Ayuntamiento de Juchitán.
Menciono esto porque si bien son demoledores los efectos de un terremoto de 8.2 grados, hay otras cosas que nos pueden todavía afectar más: la rapiña.
El pasado domingo, un tráiler cargado con víveres en apoyo para damnificados del terremoto en Juchitán, Oaxaca, volcó en la carretera a la altura de La Balastrera, cerca de Nogales, ciudad colindante con Orizaba, y como un acto de magia (magia negra, por así decirlo), salen de quién sabe dónde, muchas personas y se roban estos víveres.
Cuando le preguntan su opinión a la alcaldesa de Juchitán, Gloria Sánchez López, sobre este acto de rapiña en detrimento de sus gobernados, de su pueblo, de su desgracia, ella responde que entiende la necesidad de la gente y espera que lleguen más apoyos… ni un ápice de rencor, de enojo, o despectivo… hay en su voz hasta un dejo de compasión para aquellas personas a las que no les importó el dolor ajeno…
Pero también hay otros actos que parecen de rapiña… rapiña electoral... los que se dieron por parte de funcionarios que utilizaron colores y distintivos políticos con la entrega de apoyos a damnificados por el temblor en Coatzacoalcos.
Dos puntos a resaltar:
La separación inmediata de sus cargos de estos “servidores públicos” así como la investigación que se abrió en la Fiscalía General del Estado en aras de ver si se cometió algún delito.
Si bien, los involucrados argumentaron “buena fe” en la entrega de apoyos, baste comentarles un dicho: “No hagas cosas buenas que parezcan malas”.
Otro caso: Rocío Nahle, diputada federal, repartiendo blocks en apoyo a damnificados bajo la siguiente frase: “Yo quisiera darles más, pero espero que a todos les toque algo”.
Propongo que asociaciones civiles, los políticos, los funcionarios, si quieren entregar apoyos, no utilicen banderas ni logos, ni los propios, que su acto sea ajeno a protagonismos… la ayuda no debe tener nombre ni apellido. Si se pretende ayudar, pues que esos apoyos vayan directo a la Cruz Roja, al DIF nacional o estatal, Cáritas, no sé… el chiste es ayudar, pero no hacer uso de la desgracia para atraer reflectores.
Por otro lado, dicen que las camionetas que se utilizaron para el “Yúnete” están al servicio de la CAEV de Coatzacoalcos, es decir, desvío de recursos para otras actividades que bien en estos tiempos podrían encasillarse como “proselitismo” o “actos anticipados de campaña” o simples “delitos electorales”, o como yo le llamo: rapiña electoral.
Por eso, tras esa noche del jueves de temblores y posteriormente, los actos de rapiña, prefiero quedarme con la imagen de Ángel Sánchez Santiago, colocando en lo más alto de los escombros de lo que fue el Palacio Municipal, de Juchitán, la bandera de México, y atesorar su frase, quizás no tan popular como la de Chico Ché, pero sí más emotiva: "Fue como un mensaje a mis hermanos de que ningún fenómeno natural nos puede tener de rodillas, sino que debemos estar firmes, con la frente en alto, así debe estar mi bandera y no puede estar caída"...
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