Cecilia Muñoz
Tras dos años de ausencia, empiezo a sospechar que mi regla pronto volverá. ¿Me alegro o no? De momento creo que tengo que afrontar un primer problema: ¿dónde me quito el implante anticonceptivo subdérmico cuyo efecto secundario fue suspender mi menstruación? Pero pronto me doy cuenta de lo equivocada que estaba: mi primer problema es volver al pasillo de “cuidado íntimo” del supermercado.
De repente entiendo los chistes de hombres consternados ante la variedad de tampones y toallas desechables frente a la desesperación de sus hijas o parejas. No es que yo haya olvidado el significado de conceptos como “con o sin alas” o “flujo abundante o regular”, sino que no encuentro los productos que recordaba utilizar, escondidos entre los diversos paquetes de toallas con obsequios que las marcas sacan al mercado para seducir a la clientela femenina.
Además, tras dos años sin preocuparme por ello, no estoy segura de cuáles son mis necesidades, por lo que en vez de ocuparme de cuestiones prácticas, me encuentro preguntándome: ¿qué me conviene más: las toallas que traen un vaso de regalo, o las que vienen con un organizador de ropa interior, un reloj de Hello Kitty o un selfie stick? Elijo el selfie stick.
Todo esto, por supuesto, es provisional. Hace tiempo que me conciencié respecto al gasto enorme que representa mes con mes la compra de desechables a causa de la menstruación, así como el deterioro ambiental que éstos provocan... ¿Sabía que una toalla sanitaria tarda casi 500 años en degradarse? ¡Casi 500 años! Ahora piense que una mujer utiliza un promedio de 360 toallas en un año y multiplíquelo por el número total de mujeres en edad fértil del mundo... Seguro que sin necesidad de hacer la cuenta es capaz de visualizar el impacto ambiental que estos productos provocan.
Por eso desde hace un tiempo cada vez más mujeres han empezado a elegir opciones más ecológicas, como las toallas de tela similares a las que nuestras abuelas usaban, o bien, la copa menstrual, un dispositivo hecho de silicón grado quirúrgico que se inserta en la vagina como un tampón, pero que recolecta la sangre hasta por 12 horas en vez de absorberla por cuatro. Y lo mejor es que la copa puede llegar a durar hasta 10 años por una sola inversión aproximada de 500 pesos contra un promedio de 1000 pesos al año por el uso de toallas y tampones desechables.
Se ha reportado que en África, donde las condiciones salariales son tan precarias que el costo de un paquete de toallas sanitarias alcanza casi el sueldo de un día, la copa menstrual ha llegado a cambiar la vida de mujeres y niñas, quienes ahora pueden dejar de poner en riesgo su salud al evitar el uso de métodos de control menstrual alternativos, como periódico o barro; asimismo, dada la capacidad de la copa menstrual, las jóvenes estudiantes son capaces de asistir a la escuela sin preocuparse por “mancharse” y sus consiguientes burlas, o por buscar letrinas para cambiarse.
En Occidente, la copa menstrual también representa mejoras para la vida femenina, dado que ésta al contrario de los desechables no utiliza agentes blanqueadores u otras sustancias químicas que a menudo resultan perjudiciales para nuestra salud. Además, las usuarias de la copa menstrual dicen sentirse más contentas, seguras y conectadas con sus cuerpos.
Lamentablemente, en nuestro país Cofepris ha emitido una alerta sanitaria en contra del uso de la copa menstrual, pues la mayoría de ellas no está avalada por sus regulaciones sanitarias, aunque sí por otras normas ISO o por la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos. Una certificación de este tipo implica –siempre y cuando sea el producto el certificado y no solo el material con que está hecho– que la copa ha pasado por los mismos análisis que los implantes médicos, de ahí que muchas mexicanas hayan pasado por alto la alerta sanitaria de la Cofepris y seguido comprando o usando una copa menstrual.
Sin embargo, recientemente Cofepris ha informado que existe una empresa en México que tiene el registro sanitario para venderla: Diva Cup, ya disponible en las tiendas HEB, online a través de GoodExpress, la cadena de autoservicio Casa Ley y, en el resto del país –según la información promocionada en Facebook– en sucursales premium de Farmacias del Ahorro, aunque en una breve búsqueda en Internet no encontré registro de esta modalidad de Farmacias del Ahorro.
Así que ahora, mis problemas de repente se han triplicado: ¿dónde me quito el implante? ¿Para la próxima que esté en el pasillo de toallas y tampones, qué elijo: el organizador de ropa interior, el vaso, el reloj u otro selfie stick? ¿Y dónde encuentro en esta bonita provincia llamada Xalapa una Farmacia del Ahorro “premium”? ¿Aceptan el Monedero del Ahorro o de plano me busco una copa “nada más” certificada por la FDA?
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