24 de Noviembre de 2024
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Sergio González Levet - La maestra Malú Escobar

 

Y aquí tendría que añadir a su cercanísimo sobrino, el poeta Manuel Antonio Santiago Escobar, hijo de su hermana Hilda a quien tanto quiso, y al cual seguro la maestra confunde en el cariño entre la vasta tribu de sus vástagos.

No contenta con la titánica empresa de educar, encaminar y formar a una docena de mexicanos, Malú Escobar dedicó también su vida a la vocación de la enseñanza. Y no contenta con ser madre ejemplar y profesora eficiente, de algún lugar sacó el tiempo para encima dar clases de declamación y oratoria.

En todos lados lo es, pero en especial es reconocida en su natal Misantla como la mejor de las declamadoras, lo que no es fácil de decir, pues la señorial ha dado excelentes cultivadores de este oficio tan cercano al arte poético, como mi propio hermano René y Miguel Molina en sus tiempos mozos, y como —para mencionar otra dama— Minú Prom Croche de Pabello.

Escuchar a la maestra Malú cuando recita a los clásicos del género es darse una vuelta por la perfección, por el dominio del oficio, por el talento inigualable. Pero un escalón más arriba es escuchar salidas de su voz y de su imagen corporal las versiones de poemas mayores, muy leídos aunque poco dichos, como Los amorosos de Sabines. (También es un gozo oír cómo hace blasón de su picardía misanteca con rimas gozosas como el famoso soneto de Francisco Liguori sobre las tres cosas que debe hacer el hombre pleno: http://elclubdelossatiricos.blogspot.mx/2009/07/la-poesia-satirica-en-la-rana-roja.html).

La maestra Malú Escobar Acosta es además una mujer feliz. No podría serlo de otro modo con esa enorme —en tantos sentidos— familia que formó, y en la que ya deambulan nietos y hasta biznietos.

Cierto, todos le debemos un homenaje a esta gran veracruzana. Yo me anoto.

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