Cecilia Muñoz
El pasado domingo 5 de marzo el periodista Carlos Mota publicó una encuesta en Twitter que provocó una oleada de irritación. En ésta preguntaba: “En general, usted piensa que sería preferible que las mujeres en México vistan: a) pantalón o jeans; b) falda; c)vestido; d) ninguna de las anteriores”.
Pero, ¿por qué la molestia? ¿Por qué la sensación de un “subtexto”, como criticó una tuitera a la que Mota respondió que no lo había? Si nos ponemos a pensar, en realidad la respuesta no es tan difícil: en nuestra sociedad subsiste una permanente relación entre la ropa y nuestra supuesta seguridad o respetabilidad. La ropa es, de por sí, un texto que puede ser interpretado: un traje sastre, masculino o femenino, nos sugiere que el portador es oficinista; una persona joven que lleve mochila, jeans y tennis nos parecerá un universitario; en una tienda departamental, buscaremos a alguien que luzca un uniforme con un distintivo de la empresa porque lo habremos leído como un empleado.
Pero la relación de las mujeres con la ropa es más compleja y no por el estereotipo del “no tengo nada que ponerme”, sino por lugares comunes como: “¿y qué llevabas puesto (al suceder una agresión)?”, “pues vestida así, cómo quiere que la respeten”, “no se enseña lo que no se vende”… No es, de hecho, extraño que ante una agresión como lo es el acoso verbal callejero, o tocamientos indeseados, nos señalen que lo que llevábamos puesto fue factor para que nos ocurriera, ya fuera por ser demasiado atrevido, bonito o fastuoso… ¡opciones, varias!
La intervención social sobre nuestra ropa ya es excesiva, por lo que ¿no es normal que ante una nueva, el vaso se colmara? La pregunta de Carlos Mota, como periodista y, por lo tanto, con el privilegio de hacerse oír y generar opinión, nos alertaba: ¿a dónde quería llegar? “Quiero saber qué opina la gente”, respondió cuando una tuitera lo cuestionó. Periodista al fin y al cabo, la curiosidad no es vicio, sino virtud. Su interés podía ser molesto, pero aún tenía oportunidad de convertirse en algo interesante –a pesar de que en sus interacciones en Twitter demostrara un orgullo y una insensibilidad insufribles–, especialmente tras publicar su siguiente encuesta: “En general usted piensa que es preferible que los hombres en México vistan: a) saco; b) chamarra; c) sweater; d) ninguna de las anteriores”.
Pero todo se fue al traste cuando el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, Carlos Mota publicó en El Financiero una columna llamada “Feminismo intolerante”, en la que aprovechó la molestia que generó su encuesta para lanzar una diatriba contra el feminismo. Porque para él, las rabiosas reacciones a su encuesta no tenían legítima razón de ser, no había “subtexto” ni “doble sentido” –como mencionó un tuitero que lo apoyaba– en su pregunta, sino que eran originadas por la radicalidad del feminismo.
Para apoyar dicha tesis, Carlos Mota configuró su texto en tres puntos: las respuestas que recibió por la mencionada encuesta, el hostigamiento que sufrió el otoño pasado la estadounidense Christina Hoff Sommers y las consecuencias del uso desmedido del silbato de Mancera en la Ciudad de México.
De esta forma, el periodista decidió iniciar su columna relatando lo referente a su encuesta y publicar los comentarios menos amables que recibió, así como también exhibir los “arrobas” de las usuarias que le respondieron y especificar de la primera que se denomina a sí misma “feminista”, de forma que el lector pudiera presuponer que el resto de tuiteras citadas también lo son y que el carácter hostil de sus respuestas es representativo del feminismo.
En cuanto a la académica estadounidense Hoff Sommers, Mota explica que debía dar una conferencia en Universidad de Columbia en noviembre del año pasado… Y la dio, no sin antes ver destruidos los carteles que la anunciaban por, según el periodista, “feministas radicales”, aunque las notas que leí al respecto solo hacían mención a estudiantes de la misma universidad. Carlos Mota así intenta hacer al feminismo como un bloque de pensamiento impenetrable y furioso, listo para saltarle a la yugular a una intelectual. ¿Razones? Como de pasada, Mota, cita que esta académica “ha descrito que actualmente existe una ‘hostilidad irracional contra los hombres’”, un argumento que de hecho es sentido por muchas personas, posiblemente también entre sus lectores. Al citarlo, su tesis gana adeptos, pues ¿quién quiere que exista una ‘hostilidad irracional’ contra alguien solo por su género? Sin embargo, las notas que encontré respecto al evento reportan que la razón por la cual Hoff Sommers fue hostigada –y no arrancando, sino destruyendo la cara de los carteles– fue su crítica al feminismo interseccional… Es decir, el feminismo que ocupa en sus análisis no solo la variable género, sino también “raza”, “clase”, “educación”, etc…
A continuación, Carlos Mota pasa a hablar del silbato para mujeres que opera en la Ciudad de México en contra del acoso callejero, implementado por Miguel Ángel Mancera.
Según Mota, hay mujeres que a la mínima mirada masculina lo activan. No especifica qué ocurre después, probablemente porque en un mundo ideal, una herramienta creada o implementada para avisar de un acto de violencia debería provocar al menos el arresto del agresor. Pero la realidad es que si yo toco el llamado pito de Mancera –increíble que alguien pensara que semejante albur podía ser una herramienta estatal contra la violencia sexista– la atención se volcará sobre mí, dando tiempo a mi agresor de huir, lo que de hecho parece ser el verdadero objetivo del silbato. Otro dato: de acuerdo con Támara de Anda (“‘Unbolsing’ del #PitoDeMancera, https://www.youtube.com/watch?v=v_jMzB0fxow), el silbato no estaba disponible para todas las mujeres de la Ciudad de México, de ahí que no cualquier fémina podría hacerlo sonar. ¿Un poco fantasioso este ejemplo? Bastante.
“Llama la atención que las palabras machismo y feminismo generen reacciones tan distintas en la sociedad”, continúa su reflexión Carlos Mota. A lo mejor sea porque dichas palabras no pertenecen al mismo campo semántico, dado que machismo deriva de macho, la cual hace referencia a uno de los dos sexos biológicos reconocido en los seres vivos. La “parejita” de “macho” sería “hembra”, la cual a su vez derivaría en hembrismo… En otro campo semántico están “masculino” y “femenino”, usadas para expresar los valores que por cultura se asocian a los seres humanos de acuerdo con su condición de machos o hembras… La palabra “feminista”, por otra parte, es usada para describir más bien una posición político-social que defiende la igualdad y la necesidad de equidad entre los seres humanos sin importar su género u otras variables sociales, aunque a algunos no les guste que la palabra inicie con el prefijo “fem”. O que por su causa, las mujeres alcemos la voz ante la molestia.
Tras la encuesta sobre la ropa femenina, Carlos Mota hizo otras aún más criticables, pero solo usó ésta como excusa para escribir seis párrafos llenos de ignorancia y manipulación, tan débiles que cualquiera con un mínimo de conocimiento o interés pueden desmontarlos. Lamentablemente, tales bien no sueles ser tan comunes, o estar tan presentes, en redes sociales, de ahí que, por favor, no se deje engañar por todo lo que lee, ni aunque lo publique un medio con más de 900 mil followers como El Financiero o un autor con el currículum de Mota. Después de todo, sabios son pocos, ignorantes y desinformadores, muchos.
@Polisemia_CM