Salvador Muñoz
Le dieron vacaciones. Las tomó. A su regreso, encontró que la chapa de su oficina había sido cambiada. No sólo eso, al interior, ya otra persona ocupaba su escritorio. Reclamó, no el “despido”, sino el modo, tan cobarde, tan propio del nuevo secretario, de ése que se decía su amigo… tan fácil que era haberle pedido el cargo bajo el entendido de que ella sabía que lo suyo era temporal, pero no… el secretario decidió hacerlo “a su manera” y en lugar de hablar, ¡la corrió! Ella pensó en acudir ante las instancias correspondientes para defender sus derechos, pero paradójicamente, la habían corrido precisamente de esa comisión que se supone, nació para protegerla…
II
A partir de diciembre, empezaron a entretejerse historias con tintes de zozobra, incertidumbre, temor, que se generaron en el periodo de entrega-recepción. Cuentan las leyendas burocráticas (ya no urbanas) que los “nuevos” llegaban con aire fiscalizador, cual jueces o Santa Inquisición, donde todos, desde el titular del despacho hasta el último empleado, eran tratados como ladrones.
El tan ansiado cambio llegó con la guadaña desenfundada. En algunas oficinas, el empleado era pasado por un intenso interrogatorio por el nuevo jefe. Después, se empezó a circular un formato donde casi pedían que les dijeran quién era su “padrino” porque otra forma de llegar a trabajar en Gobierno, parece que se les antoja imposible. Después hubo las oficinas tomadas por asalto con el cambio de chapa. Lo sorprendente: el uso de elementos de seguridad para impedir el acceso de quienes no se sabían estaban despedidos… y a dos meses de la transición, el terrorismo laboral aún se vive... o más bien se sufre, de un modo u otro.
III
Dos botones bastan para contar lo que para la burocracia significa “el nuevo gobierno”.
En Sedesol, el empleado es llamado ante el jurídico para que firme una renuncia anticipada. Por lo regular, eso se estila en Secretarios, subsecretarios y hasta directores… ¿pero en trabajadores? El asunto es que hay personal con más de 8 años de antigüedad, por decir lo mínimo, y de la noche a la mañana los ponen casi con un pie en la calle. Si bien, ejercer coerción para firmar la renuncia no es un argumento válido ante las instancias laborales, esto se viene abajo cuando al final, la secretaría del Trabajo está a las órdenes de quien le dio chamba.
Pero no sólo esto se da en Sedesol… al menos en la secretaría de Gobierno el hilo se revienta por lo más delgado.
Los empleados que festejaban el arribo del nuevo gobierno, se encontraron que en esta quincena “les rasuraron” su compensación. Caras largas y tristes se multiplicaron en cuanto fueron sabiendo que jalaron casi parejo... sí, casi. Sólo bastó ver a las Barbies de Marlon Ramírez, Erick Lagos y Genaro Mejía de la Merced ¡y ellas sí mantuvieron no sólo sus chambas, sino intactos sus sueldazos que alcanzan algunos hasta los 20 mil pesos!
“¡Qué suerte la de Jessica!, qué suerte la de Ana, la de Yadel, así como de la hermana de Priscila Ramírez!”, quien fuera secretaria particular de Arturo Bermúdez, dicen entre un dejo de sarcasmo y tristeza.
IV
Lo peor de este asunto, es que en algunas dependencias ven que el argumento del ahorro se cae, cuando los lugares vacíos sólo son cubiertos por los amigos de “los nuevos”... ¿puede haber algo peor? Sí… porque mientras el empleado ajeno a “ismos” es víctima del acoso laboral, el “recomendado”, el “aviador”, el “hijo de” se pasea por los pasillos de esas dependencias, sostenido por amarres, compadrazgos o amiguismo sin que nadie lo moleste…