25 de Noviembre de 2024
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

Línea Política/ VERACRUZ, COLAPSADO

 

Agustín Contreras Stein

*Desde el mero centro de la entidad veracruzana, su capital Xalapa, sigue sangrando.

No hay manera de sanar la herida. Es profunda, es de muerte.

No hay nada, al parecer, que lo salve, pues por todos lados se le ha enterrado la espada, tanto económicamente como en el aspecto político.

Un escenario nunca visto. Nadie se cansa de decirlo, de escribirlo y dejarlo, sin duda alguna, para los anales de la historia.

Un Gobernador con licencia, en fuga, después de haber sembrado el caos, la miseria, la confrontación, la impunidad, el saqueo de sus recursos a manos llenas, el dejar hacer, dejar pasar, para que todos aquellos que le acompañaron en áreas estratégicas de su gobierno se enriquecieran como él, a costa del profundo daño patrimonial a un Estado, que ahora sí lo tiene todo.

Una Legislatura que acaba de tomar protesta, llevando entre sus integrantes la hierba mala, la que hace daño, la que cínicamente se cuela para protegerse de una acción penal que, por cierto, no llega e indica, pues, que será difícil que llegue, porque hay complicidad, hay apoyo, aunque miles, millones de veracruzanos estén sufriendo por su culpa.

Un nuevo Gobierno que no se apura a llegar, donde los tiempos parecen ser su principal enemigo, porque hasta se ha llegado a pensar que también esos días que faltan para tomar las riendas del Estado coadyuvan en este lento proceso de la sucesión gubernamental.

Un diálogo que se ha atorado, porque persiste la necedad de cobrar donde no hay dinero, pero que ha afectado, eso sí, a miles de personas, es decir, a la misma sociedad para la cual supuestamente sirven.

Y lo principal, una entidad sin recursos, sin apoyos y menos siquiera, comprensión del Gobierno federal, que si bien ha pagado puntualmente las participaciones federales, los dineros que le correspondían a varias instancias del gobierno y a los ayuntamientos de la entidad, también es cierto que tienen la debida información de quiénes se lo llevaron y a los cuales habría que exigirles el retorno de tantos bienes y dinero que es propiedad de los veracruzanos, en lo general.

Por eso, no se entiende la postura política de la Federación, porque no se trata de regalar dinero, ni tampoco de ceder ante una postura política, sino de rescatar al Estado, esa misma circunscripción territorial que ha sido disputada por el rico filón de votos que representa, pero que ahora que se trata de ayudarla a salir de la profundidad del hoyo en que ha caído, se niega a echarle la mano.

Ante esta situación, no faltará quien proponga, en medio de este caos político y económico, emprender las acciones necesarias para desprenderse de una Federación que ha sangrado permanentemente al Estado, pero que no le cumple ni siquiera con los mínimos requerimientos para su estabilidad y buen gobierno.

A la Federación no le importa el Estado de Veracruz, tampoco le ha importado la situación de los veracruzanos, lo que indica, desde hace tiempo y ahora ratificado una vez más, que ni el mismo Presidente de la República quiere a los veracruzanos, tan solo porque no fueron suficientes los votos recaudados para apoyar su candidatura a la Presidencia de la República.

De eso, nadie tiene la culpa, pero el rencor político permanece.

Por eso, no hay respaldo, tampoco se anuncia rescate, ni siquiera la plena voluntad para intervenir en un problema social de grandes dimensiones, como ya se le conoce a Veracruz.

Y si de voluntad se trata, no se ve por ningún lado que el mismo Presidente de la República ordene una investigación profunda, con resultados suficientes para detener a los que traicionaron a la patria a través de la estocada generada a un Estado como Veracruz, que ha sido destacado integrante de la Federación.

*El siguiente paso, el estallido social.

Hay señales puntuales de que se quiere llevar al Estado al punto de la sublevación.

Hay llamados a la rebelión, sin campana y sin estandarte, no como sucediera en aquella madrugada del 16 de septiembre de 1810, en el pueblo de Dolores, Guanajuato.

Venga todos, es tiempo de apoderarnos de las situación, es tiempo de tomar por asalto a las demás instituciones, pues la principal está en nuestras manos, parecen acusar los alcaldes inconformes que se han apostado día y noche en Palacio de Gobierno, la casa de los veracruzanos, la casa del pueblo, como en tanto tiempo se había creído.

Si Duarte también se apropió de Palacio, mandando cuidar las puertas de entrada y no permitir el acceso de los veracruzanos, por miedo, por qué no lo harían los alcaldes que pelean sus recursos, los de sus respectivos ayuntamientos y que consecuentemente también son los del pueblo, como también suele ser la creencia de los propios ciudadanos de esta entidad.

En Veracruz, pues, hay tensión, hay inquietud, temor y zozobra, hay inseguridad, hay lamentaciones, hay hambre y sed de justicia, pero también hay esperanza.

*Y eso, la esperanza, es lo último que se pierde, según la sabia experiencia de los demás, por lo que ningún gobernante, sea de la Federación o del Estado, debe perderla de vista. Cuando la esperanza se pierda, entonces surgirá la rebelión, la desobediencia a un orden establecido que no ha sido capaz de responder con eficiencia a los anhelos de los propios habitantes de este Estado.

*Ya lo dijo Flavino: Si yo hubiera sabido la gravedad de la situación económica y financiera del Estado, no hubiera aceptado ser Gobernador.

Dijo claramente que su trabajo estuvo inmerso en los asuntos de la educación y de la gobernabilidad. Del dinero, nada.

Y aunque hoy en día son los mismos alcaldes veracruzanos quienes le gritan ser un ratero, la verdad de las cosas, es que nunca en su calidad de funcionario duartista tuvo acceso al manejo de los recursos económicos, salvo aquellos que fueron parte del presupuesto que manejó en las dependencias gubernamentales que en determinado momento fue titular.

Pero, es cierto, hoy en día también es el gobernador del Estado, y por lo tanto, ha tenido que apechugar los problemas, enfrentando, incluso, las ofensas.

Pero las ofensas ni siquiera se han medido, pues ha sido necesario que el mismo mandatario pidiera, por lo menos, respeto a su investidura.

Mientras tanto, el tiempo corre, aunque sea de manera lenta y precavida, hacia el final de este gobierno, al desenlace de un proceso que necesariamente tendrá que concretarse con la plena sucesión gubernamental, es decir cuando el Gobernador electo rinda la protesta y se inicie el nuevo gobierno del Estado.

Y mañana aquí nos encontraremos, si otra cosa no sucede.

 

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