Agustín Contreras Stein
ES CLARO que la falta de oportunidades en el campo, en los cinturones de miseria de varias ciudades de Veracruz, entre la misma juventud que no ha sido canalizada adecuadamente, el analfabetismo, se suma, de igual manera, a la pobreza evidente de la mayoría de veracruzanos, que forman parte de los sectores menos privilegiados.
Por eso, los esfuerzos del INEA, a nivel nacional y el IVEA, en el Estado de Veracruz, tampoco han logrado cumplir con el objetivo planteado de terminar con el rezago en materia educativa y menos en el proyecto de concluir con el enorme problema de la falta de atención para aquellas personas que no saben, en estos tiempos, ni siquiera leer.
El analfabetismo es un problema que se ha venido atacando constantemente desde hace varias décadas y lo que al principio parecía ser fácil, con el tiempo se vino agravando la situación, tanto que a la fecha, como se ha comentado fríamente, el número de veracruzanos que no sabe leer llega más o menos a la cifra de los 800 mil, aunque haya quien maneje otros números pensando siempre en la falta de información adecuada de la dependencia que tiene la obligación de proporcionar.
Cierto es que el trabajo pudiera considerarse titánico, dadas las circunstancias que se han presentado en los recientes años, donde la falta de recursos parece ser uno de los grandes inconvenientes que tiene, por ejemplo, el Instituto Veracruzano para la Educación de los Adultos.
Sin embargo, se sabe que la dependencia cuenta con el apoyo de la federación y que a través del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos recibe la mayor parte de recursos para operar en esta entidad veracruzana.
Aun así, no queremos significar que a los funcionarios del IVEA les falten las ideas, las estrategias, la buena voluntad para hacer las cosas, pero es evidente que el trabajo no cumple las expectativas de quienes tienen esta responsabilidad a nivel nacional y no ven, por lo tanto, que el fenómeno social que se está atacando, disminuya.
Mientras exista una persona en la entidad veracruzana que no sepa leer, no se puede hablar de un pleno desarrollo, menos en las zonas de mayor marginación, donde se encuentra, de la misma manera, el mayor número de veracruzanos que no han tenido la oportunidad de aprender lo básico de la educación para ser parte del proyecto general de desarrollo.
Por eso, Veracruz se hunde más y más en la desesperante necesidad de subsistir, tanto a nivel familiar como personal, porque no han tenido nunca el apoyo de las instituciones educativas que asumen el compromiso de frenar la falta de conocimiento básico y hacer que los habitantes de las sierras o simplemente, de las zonas urbanas, donde también se dan innumerables casos de analfabetismo, puedan salir adelante.
La pobreza en Veracruz es un fenómeno que abarca muchas vertientes, entre ellas la educación básica y más allá, la oportunidad siquiera de aprender a leer para poder defenderse y aprovechar sus aptitudes que como seres humanos traen desde el momento en que fueron concebidos.
Así pues, mal hacen los que se echan a dormir plácidamente en sus cómodas oficinas, mientras que allá, en las colonias de las grandes ciudades, en los pueblos abandonados por sus respectivos gobiernos, estatal, federal o municipal, en los sectores marginados de la entidad, la pobreza, la falta de educación y el rescate de sus pueblos, esperan, pacientemente que los enviados, responsables de saldar las cuentas de la pobreza y la marginación, lleguen algún día para ofrecerles el cumplimiento de una promesa que parte, quizá, desde los mismos momentos en que México luchó por su independencia, para sentirse verdaderamente libres y con la oportunidad de crecer hacia un mejor futuro.
Si la pobreza, como dice el Senador Pepe Yunes, es el verdadero enemigo de Veracruz, también la educación es el principio social a defender, cueste lo que cueste, aunque para ello no haya descanso de quienes han asumido el compromiso de llevar adelante y terminar con el rezago del analfabetismo, como es el caso el IVEA y otras instituciones similares.
PÚBLICAMENTE, AMERICO Zúñiga Martínez aceptó que los que trabajan en el Ayuntamiento de Xalapa solamente son empleados de los ciudadanos de este municipio y que hacen todo lo posible por entregarles obras que la misma ciudad necesita para que todos sus habitantes vivan mejor.
Zúñiga Martínez ha demostrado con ello humildad de la buena, porque existen otros casos en que las frases de este tipo sólo se dicen de dientes para afuera, como es común entre la clase política veracruzana.
Y es que, efectivamente, muchos de los servidores públicos no se han dado cuenta que los viejos tiempos del engaño ya pasaron. Ahora, quien se atreve a prometer algo, tiene que cumplirlo, porque de otra manera estará practicando los viejos sistemas políticos y caducos que ya no tienen ninguna vigencia.
Por eso, el alcalde de Xalapa ha logrado, hasta estos momentos, la confianza de los xalapeños, los que han visto como la capital del Estado se ha venido transformando cotidianamente y superando viejos rezagos en materia de obra pública y de administración pública en lo general.
Zúñiga Martínez, sencillamente, ha aprendido que trabajar a favor de la ciudadanía es la mejor estrategia política que puede usar en tiempos difíciles para gobernar, pero sobre todo para destacar y sobrevivir en este quehacer que ha decidido seguir practicando a lo largo de su vida.
Desde joven fue Secretario del Trabajo en Veracruz, un puesto que para su edad hubiera transformado a cualquiera, fue diputado local y ahora alcalde de la ciudad que lo ha visto nacer y que forma parte ya de sus proyectos personales y políticos para engrandecerla como se merece.
Si así pensaran todos los políticos de nuestro tiempo, no se dieran tantos retrasos en muchas áreas del gobierno y menos que la población sufriera de tantas consecuencias que parten desde la cúpula del poder en Veracruz.
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