Por Sergio González Levet
Hoy, la Libertad de Abraham Oceransky se ve amenazada y no me refiero a la suya personal, sino a otra que en un momento le daría mayor congoja: su proyecto, su creación, su teatro, que se llama así precisamente: Teatro La Libertad, con todo lo que implica este rudo término.
Resulta que por el final del sexenio, el DIF estatal ha tomado la decisión de dejar de rentar al IPE unas instalaciones de la Avenida Ignacio de la Llave de Xalapa donde estaba establecido el programa Manos Veracruzanas, y en donde desde hace siete años le prestaba a Abraham Oceransky un espacio de 420 metros cuadrados (son seis cajones del estacionamiento del lugar) que aprovechó centímetro a centímetro para ubicar su Teatro La Libertad, un foro con espacio para 180 personas cómodamente sentadas que ha sido sede de innumerables espectáculos teatrales, todos de la mejor calidad, y que ha dado generosa cabida a grupos locales, nacionales e internacionales.
En su papel legal, el IPE le ha pedido a Oceransky que pague una renta o que desaloje el lugar, pero el famoso director está impedido económicamente para hacer cualquiera de ambas cosas. Y no porque sea mal administrado, sino porque el suyo es un proyecto no para hacer negocio sino para impulsar el buen teatro en Xalapa, cuna y habitáculo de grandes teatreros.
Y para que sobreviva su teatro, Abraham está solicitando y necesita el apoyo de autoridades de todos los niveles y de la sociedad civil.
Qué buena oportunidad para que, por ejemplo, el alcalde Américo Zúñiga y el Ayuntamiento de Xalapa sigan con su rescate de la cultura; para que la Dirección de Cultura municipal –en donde labora una persona culta, amante en serio del teatro, gran conocedora– aproveche la oportunidad de apoyar una causa que le dará lustre a su actividad.
Qué gran oportunidad también para que las fundaciones que luego hacen algunos empresarios por esta vez se dediquen a un buen fin, al desarrollo de la cultura en nuestra culta ciudad, y no a tratar de crear simpatías populares que desemboquen en candidaturas electorales.
De buena fuente se sabe que el propio Secretario de Cultura del Gobierno de la República, Rafael Tovar y de Teresa –que conoce perfectamente y valora la trayectoria de Oceransky–, ha dado instrucciones de que se apoye al maestro con todo lo que se pueda para que pueda reubicar y mantener, aquí mismo en Xalapa, este singular foro teatral.
Pero la cultura es muy cara (es tan cara que solamente hay una cosa más onerosa en el mundo: la ignorancia) y los apoyos nunca sobran.
Así que tienen la palabra las autoridades locales, los hombres de empresa, las asociaciones civiles (¿y hasta políticas?), la Universidad Veracruzana y todos los que piensan que la cultura es indispensable para tener una vida mejor, y un pueblo digno y feliz.
Abraham Oceransky es uno de los grandes activos que puede presumir la Atenas Veracruzana. No lo dejemos solo. Ni a él ni al teatro, que tantos buenos momentos nos ha dado a lo largo de nuestra historia…
Y seguirá dándonos.
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