(I DE II PARTES)
Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
Algo está pasando en los EEUU y no es cosa menor. Las manifestaciones en Dallas, Texas, del movimiento Black Lives Matter, contra la violencia policial del jueves 7 de julio pasado –como respuesta a la muerte de dos hombres negros en manos de la policía 48 horas antes–, trajo como consecuencia otra tragedia.
La protesta que congregó unas 800 personas en el centro de la ciudad fue aprovechada por un francotirador que operó en la clandestinidad para disparar y matar cinco policías y dejar otros siete gravemente heridos.
Tales hechos nos demuestran que existen factores que están provocando el rechazo de la población contra las fuerzas del orden (llámese policías o soldados), en virtud del abuso de su autoridad para someter o matar a negros, hispanos, migrantes, incluso, a personas que pertenecen a grupos vulnerables de esa nación.
Pero toda esta violencia tiene sus causas en un fenómeno, que puede ser denominado: racismo, segregación o discriminación racial, etc., que puede tomar tintes extremos (xenofobia) y que sumado a la descomposición social pueden llevar a la alteración del orden y la paz de toda una nación.
Los grados extremos en el racismo llevan a la xenofobia –odio u horror a los extranjeros– y a la segregación racial, que es una derivación de la segregación social, considerada como la separación de los individuos que integran una comunidad –heterogéneos o no similares–, en función de criterios o prejuicios ideológicos, étnico-culturales, religiosos o de otra naturaleza. Igualmente el concepto prejuicio racial, que se refiere a aquellas actitudes afectivas, que predisponen a las personas frente a otras que consideran inferiores o superiores (por razones físico-biológicas, económicas o sociales). Por lo tanto, describir estos términos nos ayuda a entender los comportamientos humanos de discriminación, crítica, rechazo o agresión hacia nuestros semejantes.
El racismo como concepto se presenta ya después de ese siglo en Europa al lograrse las colonizaciones de los países que lograron conquistas extraterritoriales en el mundo. Dicho dominio hacía que los habitantes vencidos quedaran a merced de los vencedores, que una vez establecidos realizaban las “limpias”, en donde l expulsaban o mataban a todos los que consideraban diferentes.
A finales del siglo XIX la ideología racista se consolidó con la publicación del libro de Houston S. Chamberlain, así como de los escritos del francés Joseph Arhur de Gobineu, que exaltaban el papel de los pueblos germánico-nórdicos, como representantes auténticos de la “raza aria” considerándola superior a todas las demás. Incluso afirmaban que la entrada de los pueblos germanos en la historia había significado un “ascenso de un nuevo mundo”, extendiendo la civilización europea hacia otras latitudes permitiendo así el “ascenso gradual de un mundo teutónico (civilización alemana)”.
Otros ejemplos se encuentran en Asia menor, donde el Imperio Otomano justificó durante seis siglos, primero la dominación y después el exterminio contra otras razas a fin de limpiar su imperio, que finalmente fue vencido y sus territorios se fueron independizando hasta casi nulificarlo. Igualmente los europeos que ejercieron su superioridad sobre los africanos para colonizarlos y repartir sus tierras, como igualmente los europeos que lo hicieron en América, entre ellos los españoles que dominaron parte de Norteamérica y Centroamérica, los portugueses en la parte sur, los franceses en la parte extrema de la zona norte, Inglaterra que estableció 13 colonias en lo que hoy es la parte este de los Estados Unidos, etc. Estos hechos significaron avances de los países colonizadores, que al imponerse sobre nuevos pueblos dejaron en ello actos de genocidio y destrucción de otras culturas en el mundo.
Con la dominación española en Latinoamérica y en particular en nuestro país, imperó su religión y nuevas formas culturales que cambiaron la dinámica del trabajo, de la familia y la educación que estaba asociada a la evangelización. Pero igualmente se aplicó “la limpieza de sangre” para lograr prevalecer las razas “puras”; blancos, indios y negros. Por supuesto la “raza blanca” se consideraba superior frente a otras, dando entrada a un “sistema de castas o razas” que prohibía las mezclas y siendo castigados los que lo intentaran.
Sin embargo, pese a la prohibición y a las consecuencias legales, los varones españoles solían poseer a las indias o a las esclavas africanas, así como los “cruzados” que mantenían relaciones sexuales entre sí. De esta manera surgieron otras clasificaciones: mestizos, mulatos, castizos, criollos, entre otras. Con el tiempo, ello se generalizó y dio pie a que surgieran nuevas exclusiones y segregaciones raciales.