Gerónimo Rosete Pozos
Si usted es usuario de Facebook o Twitter y sigue a personalidades de la política, el deporte o el espectáculo, verá que tienen miles o millones de seguidores, quienes representan su capital virtual. No todos esos seguidores son reales; debido a la importancia actual por generar influencia en la sociedad a través de redes sociales, muchos usuarios necesitados de altas cifras en su total de seguidores inflan, cual elección ranchera, esos números con estrategias informáticas.
Se trata de usuarios inventados simplemente para ser un número más, no son cuentas con actividad cotidiana, de reciente creación y que, a veces, también sirven para dar difusión o seguimiento a mensajes publicados por dichas personalidades o para atacar adversarios mediante publicaciones sin sustento. Si esta estrategia se realiza de manera escalonada, ganándose poco a poco los lectores y sin hacer apenas ruido, se puede conseguir una imagen de éxito gracias a la falsificación de un apoyo popular masivo.
Pero hay casos muy peculiares en los que la estrategia ha fallado; por ejemplo, el aumento repentino de seguidores en la cuenta de Twitter de Mariano Rajoy levantó las sospechas del universo tuitero. Lo peor es que los 60 mil seguidores que el presidente del Gobierno español sumó en su haber eran árabes, lo que definitivamente demostró que las cuentas no eran más que robots (o bots), es decir, perfiles falsos dominados por máquinas. Esta mala estrategia, cuyo único fin es aparentar ser popular, consiguió restar credibilidad a Rajoy.
Hay algunos parámetros que permiten desenmascarar a estos perfiles fantasma. En primer lugar, suelen seguir a muchas cuentas en muy poco tiempo, suelen publicar muy a menudo enlaces repetidos o spam y, habitualmente, se trata de cuentas que han sido bloqueadas o reportadas por muchos usuarios.
Algunas de esas cuentas se dedican a retuitear mensajes publicitarios o promocionales sobre algún tema. Su forma de comportarse está totalmente programada: reacciones determinadas a las menciones que recibe, tuits con una respuesta estándar para determinadas preguntas o, incluso, retuits para noticias que contienen alguna palabra.
Y después de los bots vienen los trolls, que son aquellas personas que buscan provocar de manera intencionada a otros usuarios creando disparidades, controversias, debates sin sentido, mediante insultos o algún tipo de mensaje ofensivo. Los trolls saben que entre los usuarios más influyentes tienen más opciones de conseguir llamar la atención y por eso suelen fijar en ellos sus ataques.
Algunos famosos han acabado cerrando sus cuentas de Twitter al verse abrumados por los ataques de los trolls. Es muy fácil encontrar a trolls con muy pocos seguidores pero que siguen a muchos usuarios, y cuya actividad consiste en pasarse todo el día provocando, insultando e incluso amenazando a otros, con el fin de que alguien les conteste y empezar a captar seguidores con ello.
La Internet es hoy un mundo alterno, donde las relaciones interpersonales tiene casi la complejidad que presentan en la vida real, con los mismos defectos y virtudes de los seres humanos, con sus necesidades y carencias, intelectuales y morales, expresadas desde el anonimato. De ahí han surgido megacampañas en contra de candidatas, candidatos, gobiernos, personalidades; y, lo peor, es que hay quien paga para ello. Escriba a [email protected] [email protected] www.formato7.com/columnistas