Rubén Pabello Rojas
Comienza la tercera semana de campañas en busca del voto para elegir gobernador, a la par, el OPLE continúa el proceso para candidatos a diputados al Congreso del Estado. Van quedando atrás las altas dosis de lodo que consumieron los candidatos en los inicios. Parece que se dieron cuenta, junto con sus sesudos ideólogos y consejeros, que al elector le interesa sobre manera el destino económico y social de la entidad, no ver quien es el más malo o el más bueno.
Los veracruzanos quieren ver quien es el más capaz y más apto para enfrentar el gran reto, superar la grave contingencia por la que atraviesa el estado. Por supuesto ajustar cuentas a quien se haya hecho merecedor de ello, pero fundamentalmente sacar a la administración pública del innegable quebranto que padece. Ha mejorado el discurso de Héctor Yunes Landa, hoy mas adecuado, más sensible a la realidad. Méndez de la Luz también es serio en sus planteamientos; Miguel Ángel Yunes no puede sustraerse a un discurso tremendista, no suelta el tema de inseguridad, sin enfocar otros problemas graves que igualmente requieren atención. Los demás candidatos poco se oyen.
Pareciera que todos los demonios se juntaron contra Veracruz para hacerlo padecer uno de sus más aciagos tránsitos históricos de que se tenga memoria desde las etapas cruentas de la Revolución. Veracruz se volvió noticia no solamente local y nacional, sino internacional. Los noticieros de otros países han dado debida cuenta de lo que negativamente ha ocurrido en la entidad.
Los sucesos de Tierra Blanca y Papantla, con personas presuntamente desaparecidas por agentes de policía; encuentro de fosas clandestinas en algunas partes del territorio del estado, intentos de secuestro frustrado a la luz del día y en zonas pobladas; los “porkys”, cuyo caso se volvió viral en redes sociales y medios regulares de comunicación, entre otros.
En medio de todo este ruido nefasto, discurren las campañas. El elector observa y mide su intención de voto, para ejercerlo en consecuencia. ¿Qué pasa? ¿Qué ha pasado? ¿Qué va ha pasar? Son preguntas llenas de enojo, e incertidumbre sobre el futuro. Muchas preguntas; pocas respuestas validas; el mayor interés del ciudadano es ver como se supera el problemón existente. Cuál discurso utilizar para convencer a los escépticos en cuestiones álgidas; no palabrerío hueco que no resuelve el problema toral, compendio de argumentos increíbles para superar el tamaño de la contingencia.
Los veracruzanos demandan un estado fuerte y verdaderamente prospero, no el de los “slogans” mentirosos y efectistas. Desde el comienzo del siglo XXI, tan esperado, Veracruz no puede ver la suya. Aconteceres infaustos, algunos de origen externo y otros por descuido o ineficiencia al interior, han sacudido sus instituciones en su desempeño socio-político-económico, traducido en castigo para sus habitantes.
En este difícil momento, se dan las campañas electorales para elegir gobernador de dos años. La razón advierte que poco se podrá lograr frente a la adversidad presente. Sin embargo, lo peor que se puede hacer es no hacer, no entender que Veracruz necesita de todos para salir adelante, sin quejas ni lamentos, con un gobierno honesto y comprometido.
El siglo pasado existía otra moral pública, el gobierno estaba más identificado con la sociedad. Un bien recordado gobernador, Don Rafael Hernández Ochoa, apoyado por su digna esposa, Doña Teresita Peñafiel de Hernández Ochoa, utilizó, en su recorrido electoral por la geografía jarocha, solo dos palabras, todo un compendio de sabiduría social y política para gobernar. Fue su lema “Unidad y Trabajo”. Estos dos formidables conceptos puestos en práctica por ciudadanía y gobierno forjaron entonces, etapas de progreso efectivo; había obra pública, inversión y sobre todo honestidad.
A quien gane democráticamente esta elección, la suerte le asista, quien sabe como le vaya. Habrá que ver como queda integrado el Congreso. El nuevo gobernador tomará posesión en diciembre de 2016, a tres meses de asumir el poder, en marzo de 2017, ya tiene encima la sucesión municipal que sacude a todo el territorio veracruzano. Será en este caso más complejo, más difícil, por la fragmentación y participación de más partidos políticos y por la mayor pasión, del siempre complicado lance en la renovación de ayuntamientos.
Y más, a principios de 2018, a doce meses de ejercer la gubernatura, vendrán nuevamente los procesos electorales para diputados locales y gobernador de la entidad, es decir su sucesor y por si no fuera poco y vertiginoso, habrá también elecciones para diputados federales, senadores y presidente de la República. La actividad política, los intereses y la agitación que despierta, dejarán poco tiempo y oportunidad para afrontar los asuntos heredados de orden económico, seguridad, corrupción e impunidad.
Veracruz requiere un súper hombre o una súper mujer para acometer con éxito lo imposible. Quien obtenga el triunfo ya sabe a lo que le tira, no hay engaño ni menos sorpresa.