Enrique Berruga Filloy
Columnista invitado
No va a cambiarnos la vida, pero en el balance resulta más benéfico que México forme parte de la Alianza comercial Transpacífica (TPP), que habernos quedado fuera. Nuestro país ya tiene tratados de libre comercio con cinco de los once integrantes del nuevo club, y tres de ellos son las economías más relevantes de la zona: Estados Unidos, Japón y Canadá. Visto así, podría argumentarse que ante un efecto tan marginal sobre nuestra estructura global de comercio, podríamos habernos ahorrado la membresía a este nuevo conglomerado.
Sin embargo, hay al menos dos razones de mucho peso para felicitarnos por esta membresía. La primera es tener voz, voto y capacidad de negociación en las reglas del juego que dominarán el comercio transoceánico. Solamente dentro del club podíamos incidir en decisiones generales como son las salvaguardias a sectores sensibles de nuestra economía, reglas de origen y plazos de desgravación arancelaria. Las industrias automotriz, aeronáutica y de enseres domésticos deberán incrementar sus exportaciones y sobre todo, mantener su participación de mercado.
La segunda razón de peso es el hecho inocultable de que el TPP constituye un polo de concertación frente a China, el gran ausente del nuevo esquema comercial. De no ser parte del TPP, México se las habría tenido que ver con la gran potencia asiática en solitario. Sin lugar a dudas, algunas de las medidas que se adopten colectivamente dentro del TPP tendrán como destinatario a China, para combatir prácticas desleales y para poder competir de mejor manera con esa gran potencia industrial.
Existe la posibilidad de que Beijing llegue a integrarse al mismo TPP. Pero la jugada política de Estados Unidos ya está consumada: si China es invitada, tendrá que acoplarse a las reglas existentes; no podrá forjarlas a la medida de sus intereses.
Curiosamente ha sido su rival, Japón, quien ha planteado de manera más abierta que el coloso asiático forme parte de este club. Japón no quiere perder posiciones en ese enorme mercado y, desde un punto de vista político, le parece mejor que existan intereses económicos intensos con su vecino que darse la espalda y colocar a China en una posición defensiva y potencialmente agresiva. Ese tema será medular para México: tener eventualmente un esquema de libre comercio con China sí tendría un impacto relevante sobre nuestra economía. Sin contar con un TLC con China, ese país ya es nuestro segundo socio comercial.
Con la participación de México en el TPP, se estima que nuestras exportaciones crecerán 150 mil mdd en los próximos cinco años. Más interesante aún es el hecho de que podrán llegar inversiones y forjarse alianzas con países como Australia y Singapur que actualmente no aparecen en el mapa.
México ha sido un buen competidor en el comercio mundial. Si hemos logrado saldos favorables con la potencia más grande del mundo, será posible competir en la zona de mayor crecimiento y dinamismo. La clave será cómo nos posicionemos en este nuevo espacio. Con o sin TPP es urgente que nuestras empresas inviertan más en ciencia y tecnología. De otra suerte, podríamos quedarnos en un plano de maquiladores frente a países que centran su crecimiento en la innovación y el conocimiento.