Rubén Pabello Rojas
Sin lugar a dudas, sin temor de equivocación, ni los más antiguos, por no decir viejos, veracruzanos, recuerdan un momento tan complejo y negativo como el que en estos días atraviesa la entidad. No es exageración.
Quienes desde la mitad del siglo pasado, ya dueños de cierto criterio analítico derivado de acontecimientos sociales, económicos y políticos vividos, al revisar los hechos que en la vida pública del estado se están presentando, tienen que admitir que Veracruz nunca ha discurrido por momentos tan delicados y aparentemente sin el debido orden y control político, sobre todo esto último.
Pareciera que se ha salido de las manos el ritmo necesario para que la comunidad jarocha pueda transitar por vías aceptables sin ser testigos de una, no aparente sino real, pérdida de la buena marcha que debe acompañar a un gobierno que trabaja en favor de sus habitantes.
Discrepancias que llegan a ser verdaderos causantes de asombro y cuestionamientos de ¿qué es lo que está sucediendo?, cada vez son mayores y los veracruzanos se preguntan cuál será el origen de conductas preocupantes de quienes debieran, por su calidad de encargados, de llevar la función pública por senderos útiles a la sociedad.
Nunca se había visto la divergencia tan patente, en punto de choque político entre autoridades del más alto nivel enfrentados en actos públicos, que trascienden a los medios de comunicación y sirven para alimentar toda suerte de críticas que aumentan la magnitud del asombro popular.
Los hechos son de tal alcance y trascendencia política que tienen su repercusión en esferas federales que, obligadas por la magnitud del escándalo, tienen que intervenir nutriendo la especulación que daña aun más la situación prevaleciente. Se espera una postura fuerte del líder del PRI, Manlio Fabio Beltrones, para poner, de una vez por todas y a tiempo, orden en su partido.
¿A qué causas obedece todo este desencuentro? ¿Qué intereses, que lastiman la buena marcha de la entidad, generan lo contrario a la armonía que debe existir entre las fuerzas políticas de Veracruz? ¿Qué hay atrás de todo este fenómeno que retrasa más aún el sano desarrollo que quieren y merecen sus gobernados?
Es innegable que la ruda batalla existente en torno a la sucesión gubernamental del año próximo altera los ánimos y en el trasfondo emerge una sorda y no tan sorda ni oculta disputa por alcanzar el poder. Las condiciones actuales donde la circunstancia económica golpea al estado, aunado esto a la prácticamente inexistente acción de las diferentes dependencias de gobierno, cuya labor no se observa por ninguna parte, contribuyen con su pasividad a incrementar el fenómeno.
Salvo el secretario de Gobierno, no se sabe nada de los demás responsables de las tareas sustantivas de su encargo, el reto es ¿quién nada mejor de muertito? La competencia es durísima por ser el ganador. Los gobernados, votantes en 2016, sacan conclusiones y los partidos de oposición afilan y velan sus armas.
Después vendrán las recriminaciones, los lamentos y sobre todo los costosos pagos políticos que serán cosecha abundante de lo que hoy se está sembrando. ¿En esto consiste la democracia? ¿Es la forma aceptable de entender la manifestación del pluralismo de una sociedad que ejerce libremente su libertad de expresión?
Se escuchan, por fortuna, voces de sensatez que invitan a serenar los caldeados ánimos. Veracruzanos conscientes de que el estado debe guardar conductas públicas de cordura, de reflexión ante hechos que no conducen más que a alterar las condiciones en que debe darse el próximo periodo electoral.
Se oyen llamados a la reflexión, a la unidad de los ciudadanos para no entrar en confrontaciones cuyo saldo siempre será negativo. Convocatoria al ejercicio de la actividad política dentro de ámbitos de respeto, no de ocurrencias que distorsionen y alimenten reacciones, a flor de piel, que para nada suman en el mantenimiento de una etapa tan compleja, como se vive en estos días de intensa pasión política, previos a conocer quiénes serán los candidatos seleccionados por todos los partidos políticos.
Mientras eso llega, el estado, desde sus gobernantes, partidos políticos y sociedad civil en general deben estar empleados a conciencia en la única alternativa valiosa que siempre produce efectos benéficos: el trabajo cotidiano de cada uno en su oficio; trabajo realizado con el mejor ánimo de hacerlo bien hecho, constructivo, redituable, creador social de riqueza y bienestar.
Siempre será referencia a la cual volver cuando un veracruzano siempre bien recordado y al margen de politiquerías empobrecedoras, Don Adolfo Ruiz Cortines, hace 60 años, proclamó:
“México al trabajo fecundo y creador”.