25 de Noviembre de 2024
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Donald Trump, ¿un síndrome?

Alberto Aziz Nassif

Columnista invitado

 

Cada día que pasa las intenciones de voto y la popularidad de Donald Trump, como posible candidato a la Presidencia de Estados Unidos, crecen. En una encuesta reciente de CNN (10/IX/2015) hay resultados que hace unos meses hubieran sido impensables: Trump y Hillary están empatados. Lo que parecía un día de campo para la primera mujer con posibilidades de llegar a la Casa Blanca, se ha complicado.

Otra encuesta (NYT/CBS, 15/IX/2015) apuntan a que el médico retirado, Ben Carson, crece de forma muy importante (23%) y se acerca a Trump (27%). ¿Cómo explicar esta situación?

Desde que inició la carrera Trump ha construido una campaña ruidosa y estridente, con un discurso que polariza e insulta, con desplantes de una gran prepotencia. El insulto a los inmigrantes y, sobre todo a los mexicanos, ha sido su caballito de batalla, pero no el único. Las hipótesis de Manuel Castells sobre la comunicación y el poder nos permiten ver que estamos frente a un síndrome, es decir, un conjunto de síntomas que aparecen juntos y forman un cuadro de varias patologías. Castells considera que la gente llega a “creer lo que quiere” y que se puede manipular y torcer la realidad hasta convertir mentiras en verdades. La razón es que la información se ve filtrada por emociones como la ira o la ansiedad. Así lo hizo Bush cuando invadió Irak. Así lo quiere hacer Peña con la casa blanca, pero no le resultó. El síndrome Trump es el efecto de una mezcla emocional de antipolítica. El precandidato se ha construido como un personaje que desafía el sistema y, sobre todo, el mundo progresista de la política en Estados Unidos. Es el antiObama en todos sentidos y quizá ahí se encuentren algunas claves de su éxito y debilidad.

Muchas veces escuché el argumento de que Trump no sería candidato, pero ahora resulta más difícil porque ha dejado a sus muchos contrincantes en el camino y según CNN, aunque bajó respecto a una encuesta previa, tiene 24% del voto republicano frente al 15% de Carly Fiorina y el 14% de Ben Carson, los demás ya no cuentan. Su apoyo es amplio, tiene el 31% de los hombres y el 33% de las mujeres y el 41% de Tea Party. También escuché muchas veces que sin las minorías y los latinos es difícil que pueda ganar. Sin embargo, este síndrome expresa a un país muy revuelto en donde la política se mueve de forma pendular y parece que hoy va del progresismo a los extremos xenofóbicos de la derecha que avanza en el ancho territorio conservador. Los moderados en temas de inmigración, como Bush, se quedan en el rincón. Trump es veneno para los grupos moderados y progresistas, y su liderazgo crece entre sectores radicalizados que se identifican con sus propuestas y están conectados en redes. Aplauden las promesas del millonario reconvertido a político y quieren a Trump porque expone sus prejuicios y su ignorancia sin ningún recato. Sus propuestas son un ramillete de provocaciones que siembran un discurso de odio en contra de los inmigrantes y los mexicanos (porque, según él, traen droga, son criminales y violadores). Quiere poner fin a la ciudadanía por nacimiento, construir un muro en la frontera sur, confiscar los pagos de las remesas, revocar las órdenes ejecutivas de Obama, como la que protege a los dreamers. Afirma que un país no es tal si no tiene “fronteras” (muros), “sin ley” (mano dura) y sin servir a sus propios ciudadanos, cualquier cosa que eso pueda significar.

Trump es un chivo en cristalería y ha dicho que mandaría a la infantería a combatir al Estado Islámico y les quitaría el control de los yacimientos petroleros en Irak; ha condenado el acuerdo nuclear con Irán; promete que hará “grandiosos acuerdos comerciales”, que rescatará el seguro social y mantendrá el salario mínimo.

El síndrome Trump ha llegado para quedarse y si los demócratas o los republicanos moderados no hacen algo atractivo, este güero del peluquín se puede convertir en una pesadilla, no sólo para Estados Unidos y los inmigrantes mexicanos, sino para todo el mundo. Sin embargo, el estudio de NYT/CBS indica que 63% de los republicanos aun no han decidido su voto. De cualquier forma, es el referente en los debates y como dijo el periodista Jorge Ramos, es hora de tomarlo en serio...

 

@AzizNassif