25 de Noviembre de 2024
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Números rojos: Callejas, cerca del hoyo

Brenda Caballero

Números rojos

 

Sin querer, ayer recordé las veces que llegaba tarde a la escuela. Había mucho tráfico… ¡lo sé!, aunque no es pretexto… ¡debo salir más temprano!

Y más cuando el invitado de la Apever Noé Valdés es el maestro Juan Nicolás Callejas Arroyo, presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso de Veracruz, hombre formado en el internado de la Escuela Normal Rural, acostumbrado a levantarse temprano, bañarse, mantener limpia su recámara y tender su cama… ésta última actividad aún la realiza aunque tenga quien lo haga.

El Maestro fue de los primeros en llegar, presumiendo que ya había desayunado.

Con voz pausada, anécdotas e historia de su vida, Callejas nos tenía como alumnos: todos bien atentos, aunque de vez en cuando soltando una risa al escuchar que en el internado le decían “Policía Popocha”, porque era el encargado de cuidar las raciones de comida.

Pareciera extraño pero fue expulsado tres veces de distintas Normales; no por mala conducta ni por haber reprobado, sino por abogar para mejorar las condiciones de los estudiantes. Sin duda, las expulsiones no lo lastimaron sino fortalecieron su carácter.

Haciendo historia, recuerda que al terminar sus estudios en la Normal, al ir a recibir su plaza, el director general de Educación Primaria les preguntaba: ¿A dónde desea irse a trabajar? La respuesta siempre era “a donde la patria nos necesita”, aunque realmente, dice que la patria no los necesitaba, sino los lugares alejados, las comunidades rurales, donde no hay escuelas; es allí donde el maestro se empezaba a organizar con los padres de familia para hacer infraestructura.

Afirma que el maestro rural sabía primeros auxilios, pues cuando alguien se enfermaba, buscaban al profesor. Incluso, él la hizo de “huesero” al acomodarle el brazo a un chamaco que se lo había dislocado jugando basquetbol; desde luego, sin saber nada de huesos agarró fama de huesero. Los rumores se escucharon: “¿cómo que no sabe nada de huesos? ¡Los sigue buscando, los colecciona!”

Al escucharlo, entiendo la fama de gran maestro y negociador que tiene, pues mire que desde aquellos tiempos de profesor rural podía atender y convivir con un pastor evangélico que “conbeber” con cerveza con algún cura que visitara el pueblo.

Platicó también de su estancia en el Estado de México, donde lo nombran a los 23 años director de 30 maestros con muchos años de servicio; al parecer, fue difícil al principio, pues los maestros tenían concepto de escuela cerrada y él, todo lo contrario. Hace paréntesis y dice: “nunca había sentido tanta soledad”, sin embargo, al final los convence.

Poco después regresa en 1968 a Soledad de Doblado, y funda la liga de fútbol donde fueron campeones, pues había puro béisbol. Allí conoce a los Yunes (Héctor y Miguel Ángel). A la pregunta de quién era más burro de los dos, de inmediato contesta: no le di clases a ninguno. Miguel ya era grande y Héctor estaba en quinto año de primaria. Desde luego, no podía omitir a otro Yunes, Pepe, al mencionar que lo une una gran amistad con él y su papá. Hasta a Miguel Ángel Yunes mencionó. ¡No dejó ningún cabo suelto! Pues afirma tener una gran relación con la Yuniza al grado que cuando le preguntan sobre el candidato dice: “puede ser un Yunes”.

El maestro Nicolás se declara creyente de la Independencia, de Morelos, del Congreso de Apatzingán y de la Primera Constitución, por eso se llamó su escuela Constitución de Apatzingán, donde recuerda integró brigadas de trabajo con la comunidad.

Pero ¿cuándo se le acaba el encanto educativo? Se pregunta y responde que fue cuando el maestro Arroyo le pide que se vaya como auxiliar de la Secretaría del Comité Nacional, “ni modo”, se va por experiencia mas no como aventura. Allí obtiene el control de todas las secciones estatales del país y eso le permite conocer todo México.

Antes de concluir, dijo estar de mediodía para la tarde, más bien más cerca de la noche, como las canicas cerca del hoyo, y la tierra nos reclama, ­afirma­, pero mientras eso no suceda, ¡hay que seguir!

Aparte de tender la cama, tengo la certeza que el maestro en el internado aprendió otra cosa: A planchar…

 

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