Mauricio Meschoulam
Columnista invitado
En su libro Sociología de la religión, Weber narra uno de los mayores problemas para el judaísmo de la antigüedad: la lucha que libraba su dios, Jehová, para imponerse ante el dios Baal.
Mientras líderes y profetas judíos buscaban hacer permear el complejo concepto de un dios único, abstracto e inmaterial, el pueblo hebreo retornaba una y otra vez, a la noción de dioses visibles y tangibles como el Baal. El cristianismo y el Islam, no solo heredarán del judaísmo el concepto del dios único, sino la lucha por convencer a las masas de que ese dios abstracto no necesitaba y no debía ser representado en imágenes o esculturas. No es entonces casual que el Estado Islámico o ISIS, haya seleccionado al templo de Baal como el último de sus objetivos de destrucción cultural.
Se trata al mismo tiempo de una expresión de fundamentalismo religioso, que de un muy eficaz uso psicológico de la violencia para transmitir mensajes a audiencias varias. ISIS es muchas cosas a la vez: grupo fundamentalista, insurgente, guerrilla, ejército y gobierno. Pero ante todo, ISIS es un grupo terrorista que utiliza la violencia como instrumento para comunicar sus reivindicaciones empleando al terror como vehículo.
Destrucciones como la del templo de Baal no son producto de la “locura” o mero “salvajismo”, sino actos calculados para captar la atención de medios con el fin de transmitir mensajes. Por un lado, un mensaje de poder y de terror destinado a enemigos, rivales y oponentes de toda índole. Pero además de ese tipo de audiencias, ISIS busca posicionarse ante seguidores duros, y sobre todo, seguidores blandos, en el mundo del Islam político. En la interpretación de ISIS, destruir el templo de Baal es un acto de sumisión al único dios: Allah. El Califato se impone ante los infieles, y con ello, a diferencia de otros como Al Qaeda, ISIS sí cumple. Por lo tanto, su compromiso de ganar la jihad, se torna en algo creíble. Así, el atractivo generado ante aquellos militantes en potencia ubicados en muchas partes del mundo, supera con creces al de cualquier otra organización.
ISIS, además, se manifiesta con un diestro manejo de los medios. Coloca trampas y a través de ellas, determina qué es lo que quiere que sea cubierto (y por lo tanto, también elige lo que prefiere que se ocluya, tal y como sucede con las no pocas derrotas que ha tenido el último año). Ante un golpe atroz a la cultura como lo es la destrucción de estas ruinas, los medios no tienen alternativa que otorgar toda la cobertura posible al acto, reproduciendo, una y otra vez, el mensaje que ISIS quiere hacer llegar a sus targets.
Duele entonces la destrucción del patrimonio cultural que países como Siria e Irak experimentan, pero duele más saber que en la medida en que este tipo de actos reporten utilidad a grupos como ISIS, los veremos repetidos. Por tanto, combatirles en lo material, es insuficiente. Se requiere diseñar una serie de estrategias integrales mucho más sofisticadas —desde estrategias de generación de condiciones de paz, hasta estrategias de comunicación y medios— para contener, entre otras cosas, el impacto psicológico que organizaciones como esa, están consiguiendo producir.
@maurimm