Enrique Cárdenas Sánchez
Columnista invitado
La balanza de pagos, que cuantifica las transacciones de México con el exterior, es una de las principales fuentes de información que nos permite medirle la temperatura a la economía. Esto es especialmente relevante en el contexto de la depreciación del peso que hemos observado en los últimos meses. ¿Cómo andamos? Antes, una pequeña explicación.
La balanza es eso: un balance entre “entradas” y “salidas” de moneda extranjera al país. Las entradas provienen de las exportaciones de bienes y servicios (incluido el petróleo), de inversiones del exterior que pueden ser en “fierros” o capacidad productiva (Inversión extranjera directa) y en inversiones en valores, tanto públicos (como Cetes) o privados (como fondos de inversión mexicanos valuados en pesos). Las salidas de moneda extranjera del país se dan por la importación de bienes y servicios de todo tipo (incluido el turismo internacional y el pago de los intereses de la deuda externa del gobierno y de las empresas mexicanas), la inversión de mexicanos en el exterior, el pago del capital de la deuda externa, esencialmente.
La balanza de “dólares” por bienes y servicios, entradas menos salidas, es la llamada “cuenta corriente” de la balanza de pagos. Si se trata de un déficit —que implica que importamos más de lo que exportamos— quiere decir que nos están prestando dinero para poder consumir/invertir en el país. A eso se le llama ahorro externo, y es variable central.
La balanza de pagos se completa con la cuenta financiera o cuenta de capital, que se refiere a las entradas y salidas de inversión. Hay otro concepto llamado “errores y omisiones”, que puede tener signo negativo o positivo y que es justo eso: errores de medición o bien omisiones por transacciones no contabilizadas, como contrabando, narcotráfico y otros no necesariamente ilegales. Para “cuadrar” la balanza, la diferencia de todo lo anterior se refleja en un aumento o una disminución de la reserva internacional que mantiene el Banco de México.
¿Qué ha sucedido en años recientes?, ¿qué implicaciones tiene para nuestra vida cotidiana? En primer lugar, un déficit constante de la cuenta corriente muestra que no somos capaces de generar el ahorro suficiente para invertir. Nos faltan recursos. Mientras nos los presten, y la cantidad no sea muy elevada, no hay tanto problema. En los últimos años, este déficit ha estado en niveles aceptables y ha habido un flujo importante de ahorro externo (por la liquidez internacional) que lo ha financiado. Sin embargo y en los últimos 9 meses, la necesidad de dinero foráneo ha tendido a aumentar mucho (en gran parte por la contracción de las exportaciones petroleras que ha reducido los ingresos del gobierno): de un monto del 1 por ciento del PIB en promedio entre 2010 y 2012, ha pasado a 2.8 por ciento en el primer semestre de 2015. Eso se refleja en el tipo de cambio: hay más demanda de dólares que oferta y, por tanto, se encarece. Por ello se ha depreciado el peso un 20 por ciento en términos reales en el último año. En otras épocas, cuando teníamos un tipo de cambio fijo al dólar, el desequilibrio se reflejaba en mayores necesidades de deuda, como en la época de Echeverría y López Portillo, y cuando ésta faltaba había una devaluación abrupta. En ese tiempo, el déficit en cuenta corriente llegó al 6 o 7 por ciento del PIB, muestra incuestionable de crisis inminente. Todavía no llegamos a ello… pero la tendencia apunta para allá. Cuidado.
Por otra parte, la mayor parte del ahorro externo, alrededor del 60 por ciento, está en valores que pueden abandonar el país de la noche a la mañana; y de ahí su nombre: capitales golondrinos. Cuando el mercado huele cierta inestabilidad, estos capitales se vuelven volátiles, como pasó en 1994. Algo de eso sucede hoy, lo que también presiona al peso, pues la demanda de dólares aumenta. Por eso y para evitar volatilidad excesiva del peso, el Banco de México ha inyectado al mercado casi diez mil millones de dólares que ha sacado de su reserva, que para eso es… pero hay que ser cautos.
Otro elemento a considerar es éste: la inversión extranjera directa de mexicanos en el exterior se ha vuelto importante, por primera vez en la historia. Mientras que los inicios de la década de 2000 alcanzaba apenas 3 mil 400 millones de dólares en promedio anual, actualmente llega a 12 mil millones de dólares y en aumento; a saber, más de la mitad de la inversión extranjera directa en México. ¿Por qué? ¿Se debe a que nuestras empresas ya han saturado su mercado en México y prefieren expandirse en el extranjero? ¿O más bien inversionistas mexicanos no encuentran opciones atractivas para invertir en México? ¿Es esto un reflejo de nuestro maltrecho Estado de derecho y las percepciones de corrupción en el país? La explicación debe ser variada, pero el hecho es que muchos mexicanos están invirtiendo fuera del país, cuando hace tanta falta crear empleo en México. Me parece que es una variable a considerar.
Por tanto, es de esperar que el bajo precio del petróleo siga presionando el tipo de cambio, y que el gobierno reduzca su gasto en el próximo presupuesto para bajar su déficit y mostrar a los mercados que está dispuesto a luchar por la estabilidad.
@ecardenasCEEY