Jorge A. Chávez Presa
Columnista invitado
La triste y dolorosa pérdida de Jacobo Zabludovsky ha dejado en el mundo periodístico de habla hispana un hoyo inmenso. Aquí en nuestra casa editorial, EL UNIVERSAL, ya no aparecerá los lunes su columna Bucareli, y ya no lo escucharemos en su espacio radiofónico De 1 a 3. Muestras de cariño, respeto y agradecimiento las hemos visto, escuchado y leído principalmente de quienes tuvieron alguna relación con Jacobo a lo largo de sus más de 70 años de vida profesional, durante la cual inició o participó en distintos proyectos periodísticos que fueron innovadores, y a su vez fue mentor de una gran cantidad de comunicadores. Sin lugar a dudas su trabajo incansable de todos los días contribuyó a que en su momento México fuera líder en los noticieros de televisión en español.
En adición a lo anterior, considero importante escribir sobre Jacobo Zabludovsky como un personaje que se forjó en un México que hoy también ya se fue. Como televidente que lo veía en mi adolescencia, radioescucha y su lector de estos días, quiero rendirle un homenaje como a un mexicano y capitalino distinguido.
Hijo de inmigrantes polacos, nació en la Ciudad de México en 1928, un año antes de la Gran Depresión. Seguramente los primeros años de su infancia fueron sumamente difíciles para su familia, como lo fue para los 17 millones de habitantes de ese entonces. De 1928 a 1932, el Producto Interno Bruto de la economía mexicana acumuló una caída de casi 21% (Grecia de 2009 a 2015 ha acumulado una caída cercana al 25%). A esta grave adversidad respondieron quienes gobernaron con la creación de instituciones y un papel muy activo y efectivo del Estado mexicano que se reflejó posteriormente en un crecimiento económico vigoroso y sostenido con aumentos en los niveles de vida de la población.
Eran los tiempos en los que iniciaba la urbanización y la industrialización. En la ciudad de México la educación pública en todos sus niveles era de gran calidad. De hecho, al igual que mi padre, le escuché al sr. Zabludovksy expresarse con tanto orgullo y agradecimiento de haberse formado en las instituciones de educación pública producto del nacionalismo revolucionario. Era un modelo económico que cuadraba: el Estado invertía en la gente para que accediera a la educación; invertía en infraestructura para que el sector privado abriera empresas y se creara una relación obrero-patronal para sostener con la aportación del Estado el sistema de seguridad social. Los empleos creados y la expansión de las empresas generaban impuestos para sufragar educación, salud e infraestructura. Hasta 1970 las finanzas públicas se mantenían en equilibrio y el endeudamiento externo proveniente de organismos financieros internacionales era para obras muy visibles de infraestructura que incidían en el crecimiento económico.
Había un círculo virtuoso que se prolongaba por la interacción entre gobierno y sector privado, el cual creaba los espacios para construir un México que premiaba la cultura del esfuerzo. También este crecimiento económico, pese a la desigualdad, permitía la movilidad social. Hoy en cambio, salir de la pobreza o de condiciones de vulnerabilidad parece una condena. Y a Jacobo Zabludovsky, como a muchos otros mexicanos que accedieron a la educación pública de calidad, se les permitió cultivar sus talentos, con los que pudieron sobresalir en los campos en los que incursionaron.
Jacabo se fue este 2 de julio, y el México de las oportunidades, de la movilidad social, del que alienta la cultura del esfuerzo, lo perdimos en la década de los setenta por malos gobiernos que no supieron o no pudieron responder al desafío que representó el aumento brutal de la población; no reconocieron los cambios que se estaban dando en el mundo para actuar en consecuencia y se olvidaron del Estado de derecho. En 1950, México tenía una población de casi 26 millones de habitantes. Para 1970 ya éramos más de 48 millones.
Jacobo Zabludovsky, pese a la injusta crítica que le hace The Economist (Death of a spokesman. A perfect gent in the service of a perfect dictatorship), fue un hombre que, dentro de los límites que marcó el poder del Estado, ejerció el periodismo que se podía hacer. Fue un gran ser humano, ciudadano y gran mexicano, por lo que en 2013, la Cámara de Diputados le otorgó la Medalla al Mérito Cívico Eduardo Neri y Legisladores de 1913, misma que había entregado antes a Jesús Silva Herzog, Andrés Henestrosa, Raúl Anguino, Miguel León Portilla y José Sarukhán. Descanse en paz, Jacobo Zabludovsky (1928-2015).
Twitter: @jchavezpresa