Pero ahora el número les ha cambiado el carácter. Ayer, por ejemplo, iba yo a entrar a la lateral del puente que conecta Lázaro Cárdenas con Américas y Maestros Veracruzanos, viniendo de la Araucaria, y usted no respetó la cola que estábamos haciendo con toda paciencia unos 40 vehículos (la fila llegaba casi hasta el puente del ferrocarril). Como le sucede a muchos taxistas, seguramente usted pensó que tiene preferencia de paso en todo el universo, así que lindamente se fue por el carril de baja velocidad para ingresar al puente, y justo al llegar a las boyas que dividen la subida y la lateral, pretendió que todos le cediéramos el paso que nos correspondía en justicia. Con esa acción provocó varias cosas: 1. Que la gente se enojara y le echara sus vehículos encima para impedir que ingresara tan avilonamente. 2. Que los autos que iban a seguir hacia el puente estuvieran a punto de chocar, al tener que detenerse de manera innecesaria, sólo porque usted estaba estorbando. 3. Que su mal ejemplo cundiera, porque otros choferes trataron de hacer lo mismo.
Le tengo una mala noticia; todos tenemos los mismos derechos. Usted, por ser un trabajador del volante y vivir de ello, no tiene ningún derecho especial. Todos perdemos cuando nos retrasamos al llegar, no nadamás usted.
Ese ejemplo que le pongo, se reproduce en todas las filas que se hacen en la ciudad, Siempre estamos padeciendo porque algún taxista nos quiere adelantar, aun -y sobre todo- cuando no le corresponde.
No sé qué es lo que piensa, no atino a discernir su lógica cuando ve que estamos todos por ingresar formaditos a una avenida y usted se va por la lateral, casi se sale del arroyo, se pone a punto de chocar lateralmente con algún otro vehículo y se empeña en rebasar y ganar unos cuantos lugares, lo que en verdad -se lo aseguro con la mejor intención- no va a hacer que llegue antes… y sí que sea usted una vez más blanco de la repulsa popular.
Trate de ser más civilizado, más urbano. Todos se lo vamos a agradecer, y verá que es bueno eso.
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