Manuel Zepeda Ramos
Chuayffet
Vino. Fue al Tajín. Allí lo recibió el consejo de ancianos totonacos en el parque temático. Le desearon lo mejor después de su respectivo sahumerio de copal y hierbas olorosas. Se sintió bien en el seno mismo de una gran cultura que sigue viva y hablando como nunca su lengua.
Emilio Chuayffet en Veracruz.
Como titular de la emblemática Secretaría de Educación del Poder Ejecutivo Federal, la que ha estado en manos de hombres ilustres, habló de educación y habló de Veracruz.
Este contraste de días y horas, de la tierra totonaca viva y actuante a la del Paseo de la Reforma tomada por miles de auténticos “trabajadores de la educación” que ya no quieren trabajar nunca más y que harían todo lo posible -exponer su vida inclusive-, por no hacerlo a cambio de mantener sus salarios seguros y quincenalmente recibidos, representa el dualismo eterno, la noche y el día, esta noche que ya no quisiéramos ver nunca más en el nuevo milenio y sí, todo el día de luz y esplendor que representan la enorme riqueza de las grandes culturas del golfo a lo largo de milenios, este gran legado de México para sí mismo y para el mundo.
De entrada, don Emilio nos dijo que a Veracruz no le irá mal en asuntos presupuestales para la educación, pese a los recortes.
Al contrario. Dijo que hay un incremento de presupuesto en renglones como la infraestructura, fundamental en una entidad federativa como la nuestra, que bien podría ser una nación por toda la riqueza contenida. También para becas hay aumento, lo que significa garantizar la continuidad de los estudios de los jóvenes veracruzanos.
Estas visitas, me llenan de optimismo.
No puedo evitar la comparación. Es inevitable.
Es de llamar la atención que mientras en la ciudad de México los estudios de opinión dan cuenta de que el 85% de los habitantes de la capital de la república repudian –así, con asco y encabronamiento–, la conducta invasiva de maestros llegados de la tierra de don Benito Juárez a ensuciar con sus efluvios las calles emblemáticas de México y a dormir en ellas como teporochos irrecuperables, que deberían estar enseñando a leer y escribir –cuando menos–, a la niñez y juventud oaxaqueña que ya es el porcentaje fijo del rezago y de la pérdida irrecuperable del futuro nacional; aquí en Veracruz los niños indígenas tienen una mejor visión del futuro, siguen conservando con ahínco sus costumbres de siglos junto a sus lenguas eternas, y en la ciudad de México la UNAM, desde su Feria del libro ya muy importante, saluda calurosamente la labor de 80 años de vida de la Universidad Veracruzana, la que “ha aportado, sin duda, importantes aciertos al desarrollo de Veracruz y de México”.
Es momento de ir más allá.
Ante la evidencia palpable de tanta riqueza cultural y educativa acumulada, de experiencia por el aprendizaje que da la vida cotidiana en el esfuerzo por ser más, Veracruz y sus fortalezas deben de ser partícipes diarios en la construcción del México de hoy.
La demanda de técnica calificada para enfrentar los retos de las reformas, está a la vuelta de la esquina y Veracruz es un protagonista principal. Esto quiere decir que las Instituciones de Educación Superior de Veracruz, las de verdad, con la Universidad Veracruzana a la cabeza deben, ya, ofrecer nuevos planes de carreras que estén acordes con el desarrollo tecnológico que la modernidad nacional exige y que es inaplazable. Los ingenieros y técnicos calificados que habrán de laborar en territorio veracruzano en el futuro mediato, deben ser veracruzanos formados con calidad en sus universidades. Nos estamos tardando. Ahí están ya las becas rescatadas en el presupuesto federal. Ojalá que no vayan a parar a las manos de quien no las necesita. Es hora también de rescatar a los jubilados productivos e inteligentes que aún tienen mucho que ofrecer. En Chicoasén, en Chiapas, está por iniciar una obra de infraestructura hidroeléctrica, Chicoasén II. La habrán de hacer empresas extranjeras. Sin embargo, en el contrato tienen cláusulas en donde se especifica que deben de contar con técnicos calificados que hablen español. Allí cabrán ingenieros jubilados de la CFE, experimentados.
La celebración del Día internacional de la lengua materna en Veracruz con la presencia del secretario de Educación, fue propicia para recordar, una vez más, que se hablan en territorio mexicano 68 lenguas originales y 365 dialectos. Son buenos propósitos. Es importante recordarlo, al menos en cada celebración. Yo digo lo que allí no se dijo: las primeras gramáticas –si no hay escritura, cómo las vas a fomentar, como los hablantes van a leerlas y, consecuentemente, escribirlas–, fue la de los idiomas Tzotzil y Tzeltal, lenguas mayenses que se practican intensa y cotidianamente al día de hoy, para las que hay libros escritos en su lengua por poetas, dramaturgos y narradores indígenas. La hizo en Chiapas el maestro Emérito por la UV, Carlo Antonio Castro, ya fallecido, motivo por el cual ganó el premio Chiapas en los sesenta.
La multiplicidad de idiomas hablados en Veracruz -el misanteco se perdió porque no hubo interés en su preservación-, ante un porcentaje importante de ciudadanos veracruzanos que lo hablan, se vuelve ocasión propicia para volver a pensar en las ediciones de los creadores indígenas en su idioma, así como en la producción de melodramas teatrales, radiofónicos y televisivos en lengua original, que permitan mantener el interés de las lenguas originales para que, con el tiempo, no se vayan a perder, no se vayan a morir por falta de hablantes que ya no las practican.
En Veracruz hay un enorme potencial cultural que abarca varios milenios de historia. Si digo que es un estado excepcional en este rubro, deben creerme. Pero también deben creerme si les digo que lo que no se practica se pierde. Se pierde para siempre, porque después el fantasma del olvido cubre con un manto resistente, oscuro, a la riqueza extraordinaria.
Bienvenida la llegada de Emilio Chuayffet a Veracruz. Debemos aprovecharla bien. Nos faltaron temas importantes sobre infraestructura artística ya hecha y probada, que debiera convertirse en gran embajadora de México ante el mundo. De enorme calidad.
Hoy, ese tema no interesa.