Manuel Rosete Chávez
“En la vida todo se puede, quien
pone los obstáculos es uno mismo”
Alejandro Montano Guzmán
¡A CARNAVALEAR!
Como cada año lo hacemos, desde nuestra adolescencia dejamos todos los pendientes y responsabilidades para irnos al puerto de Veracruz a darle vuelo a la hilacha en el festival de la carne más prendido del mundo, como dice el slogan, uno más de esos que estamos acostumbrados a ver los veracruzanos. Recientemente fuimos sede los mejores Juegos Centroamericanos y del Caribe, en toda su historia; tendremos los comicios (el 7 de junio) más concurridos en las urnas y los de mayor éxito para el PRI, también en toda su historia en la entidad; somos los más transparente en materia de administración pública, en todo, somos los número uno, entonces, por qué no podemos ser los más pachangueros y bailadores, borrachos y desmadrozos del orbe.
Y, claro, ya no son los mismos carnavales de hace veinte años a los que íbamos a deleitarnos con la belleza de la Rubia Superior (Gina Roman) aquella mujerona naturalita sin un gramo de silicón que paseaba en un carro alegórico de una compañía cervecera, a ver las comparsas del barrio de La Huaca, la de los estibadores y tantas integradas por alegres veracruzanos que le ponían arte y mucho entusiasmo a su participación en los desfiles que podíamos disfrutar gratuitamente.
Tampoco hay bailes como los que se organizaban en el salón del club de Leones, amenizados por las mejores orquestas del momento, ni los de Villa del Mar, con la sonora Santanera, la Dinamita y la Veracruz sosteniendo tremendo duelo que hacía bailar hasta a los rengos y rengas. Menos, el de Bomberos, donde la entrada era gratuita y, en fin, tantas cosas que se han ido perdiendo con el tiempo y las ideas de los voraces que no dejan pasar la mínima oportunidad para echarse una lana a las talegas.
La torpeza esa de que el carnaval “no se politice” evitó que nos divirtiéramos con el ingenio del jarocho que, hasta el anterior carnaval, personificó con ironía al presidente de México, a los políticos más encumbrados, la única forma que tiene el pueblo de desquitar un poco su molestia ante tantos abusos motivo por el cual el concursos de disfraces en esta versión carnavalera 2015 bajaron notablemente. Personificar de manera ridícula a los políticos era una válvula de escape pero, bueno, como dicen los jóvenes: es que hoy son otros tiempos.
Los que no faltaron fueron los personajes de la llamada diversidad sexual que aprovechan el carnaval para lucir sus mejores modelitos de la moda femenina, muchos de los cuales vienen del Distrito Federal a enriquecer la cantera, muy abundante por cierto, de homosexuales locales.
Pero, bueno, se trata de disfrutar de otro tipo de carnaval y olvidarse del oficial, de vaciladas como la última que nos ofreció el titular de la Contraloría del Estado, Ricardo García Guzmán, quien reconoció que así como el exdirector del IVEA, Álvaro Cándido Capetillo Hernández, hay otros casos más de corrupción (¡el agua tibia, el hilo negro!), de los cuales no quiso dar detalle, dado que —dijo— prefiere ser serio y profesional, únicamente tocar el tema cuando ya se hayan concluido los procesos administrativos, o a menos que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) lo ordene desde el altiplano como fue el caso de Capetillo.
Pero, además, dijo que “tiene la instrucción de otorgar cero tolerancia en la transgresión de la ley, puesto que la Ley de Responsabilidades y Situación Patrimonial es muy clara, por lo que ésta no será letra muerta”. O sea que si no le hubieran dado la instrucción le valdría madre cumplir o no con su responsabilidad, ¿qué no un político cuando es designado como titular de una dependencia tiene la obligación constitucional de cumplir con las tareas propias de la misma, con honestidad, poniendo todo su talento y experiencia al servicio de la institución, o hay que esperar a que el jefe, en este caso, el gobernador, ordene chambear para hacerlo? Con razón tanta impunidad.
Por si fuera poco, García Guzmán, a quien seguramente en su primera incursión como Contralor no le ordenaron cumplir, recordó que el Gobernador ha pedido transparencia en todos los actos del gobierno, además de eficiencia, y a la Contraloría le corresponde verificar que se cumpla cabalmente esa disposición… ¡Vaya descubrimiento, qué pinche novedad, don Ricardito!
Bueno, pues de este circo carnavalesco nos olvidamos el fin de semana para dar vuelo al chupe, castigar hasta donde se pueda el hígado, hacer lo que podamos moviendo la cadera al ritmo de la salsa y ponerle en la torre a la próstata mientras se pueda.
PERIODISTAS NO APLAUDEN
Las recomendaciones de nuestro director de la Facultad de Periodismo de la UV, maestro Alfonso Valencia Ríos, las tenemos muy presente siempre: los periodistas no son empleados de los funcionarios, cuando acuden a un acto oficial o político van a cumplir con un trabajo muy distinto al de los invitados o acarreados, por eso no tienen que aplaudir cuando se termina un discurso, a menos que les paguen como aplaudidores.
Por eso cuando trabajamos como reporteros de distintos medios, jamás le aplaudimos a nadie, todos los compañeros con quienes nos tocó vivir este pasaje de nuestra vida profesional hacían lo mismo dignificando nuestra tarea. Sin embargo hoy vemos con decepción como muchos reporteros se asumen como integrantes de grupos de acarreados o empleados de los funcionarios y, al igual que ellos, con el mismo entusiasmo (¿interés económico?) se agarran a aplaudir buscando que el aplaudido los vea y les brinde un guiño de ojo o cuando menos una sonrisita. Degradante.
Lo anterior viene cuento a propósito del comentario que hizo el presidente Enrique Peña Nieto, cuando terminó de pronunciar un discurso con motivo de la toma de posesión del nuevo secretario de la Función Pública, su empleado Virgilio Andrade, a quien le encargó lo investigue (qué arriesgado, qué audaz) y como solo había periodistas en el saloncito no hubo aplausos a lo que Peña visiblemente molesto comentó: “Ya se que no aplauden”… ¿Qué esperaba? Los aplausos vinieron después por cuenta de los conductores de los noticieros de Televisa y TV Azteca que son sus empleados.
REFLEXIÓN
A pesar de que el ayuntamiento de Veracruz acordó que los precios de las gradas para el Carnaval de Veracruz quedará igual que el año pasado, en 45 pesos para los primeros paseos del viernes, sábado y domingo, y en 10 pesos para los días lunes y martes, los “concesionarios” los estuvieron dando en ¡70 y hasta 100 pesos!. Miles se quedaron con las ganas de ver uno de esos guangos desfiles. Escríbanos a [email protected] [email protected] www.formato7.com/columnistas