Gilberto Haaz Diez
*De Montesquieu. Los malos ejemplos son más dañinos que los crímenes. Camelot
EL bruto Brito
Cuentan algunas páginas sociales, y lo corrobora Notiver, el diario consentido de los veracruzanos, que en la sesión donde los dinosaurios veían llegar a inscribirse a algunos bebesaurios (pocos) y muchos dinos, el Bruto Brito (Carlos Brito Gómez), que mal está posicionado allí como metiche de la Comisión de Procesos en ese PRI estatal de Ferrari y de Duarte, corrió a un chiquillo de 8 o 9 años que vendía dulces o chicles, uno de esos millones de niños que en el país deambulan buscando no rendirse, buscando el sustento que por ley debe dar el Gobierno en los salarios mínimos a los padres y en los trabajos. Brito embruteció. Los que vieron la escena la reprobaron. Brito tiene todo en casa: tele, SKY, refrigerador lleno, cama caliente, techo firme, piso fiel (no por Fidel), autos a la puerta, todas las comodidades que este niño no tiene. Una escena buena hubiera sido (ah, los dichosos hubiera) que sacara de su bolsillo unos cien pesos, de ese dinero que le ha llegado solo por ser un hijo de esa revolución mal parida priista, que da suculentas nóminas por años a sus hijos preclaros. La solidaridad es toda, Bruto, perdón, Brito, y todos debemos tendernos la mano unos a otros, más aquellos que han mamado de las nóminas. Va un ejemplo: “Hace algunos años, en los paraolímpicos infantiles de Seattle, nueve concursantes, todos con alguna discapacidad física o mental, se reunieron en la línea de salida para correr los 100 metros planos. Al sonido del disparo todos salieron con gran entusiasmo de participar en la carrera, llegar a la meta y ganar. Todos, es decir, menos uno, que tropezó en el asfalto, dio dos maromas y empezó a llorar. Los otros ocho oyeron al niño llorar, disminuyeron la velocidad y voltearon hacia atrás. Todos dieron la vuelta y regresaron... todos. Una niña con Síndrome de Down se agachó, le dio un beso en la herida y le dijo ‘Eso te lo va a curar’. Entonces, los nueve se agarraron de las manos y juntos caminaron hasta la meta”.
MADERO COMO MADRAZO
Suelen decir los pitonisos políticos que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. Bueno, lo dijo un tal Karl Marx, comunista de origen judío, creador de El Capital. Uno ve el caminar de Gustavo Enrique Madero Muñoz (Chihuahua, Chihuahua, 16 de diciembre de 1955), presidente nacional del PAN, que juega a la ruleta rusa con el poder, que hace lo mismo que hizo Roberto Madrazo en su tiempo, se apoderó del partido, jugó con los tiempos y con las candidaturas y, cuando no debía ir de candidato, se animó y terminó vapuleado en el tercer lugar de la elección presidencial, dejando al PRI como al Rey Tojo. Tojodido. A eso juega Madero. Dejó como muñeco de trapo (eso dicen los panistas rebeldes) a ese muchacho de cara de buenito, Ricardo Anaya, y cuando quiso lo hizo a un lado de la presidencia para ponerse él. Nadie más. Al grito de El Estado soy yo, como un Luis XV, exhibe a los cuatro vientos que el PAN es de su propiedad, y no le importó atropellar a una extraordinaria mujer, la esposa del presidente Felipe Calderón, Margarita Zavala, a quien negó una candidatura plurinominal. Así son, decía el maestro Julio Scherer. Ya encontrará su Waterloo ese barbón que navega con cara de buenito y es más malo que Carvallo el malo.
CUAUH, ALCALDE
Romario, Bebeto, esos brasileños que tienen magia y encanto y asombraban por los driblings en los pastos sagrados, aunque ninguno ha emulado al gran Garrincha, Manuel Francisco Dos Santos, el más grande de todos después de Pelé. Ocupa el octavo lugar entre el ranking mundial de los más valiosos. Murió joven, el alcoholismo lo atrapó, murió en la pobreza, su amigo Pelé llevó el dinero para el funeral, Garrincha no tenía para comer al otro día. Pero la humanidad lo recuerda como un grande. Tengo una anécdota del pueblo sin mar, sucede que de Tierra Blanca estudiaba en el prestigiado colegio capitalino CUM, Carlos Barredo, hijo de un español a quien le gustaba el futbol y lo jugaba muy bien. Cierta vez llegó el Botafogo de Garrincha a un cuadrangular de esos mexicanos, que hacía la Federación Mexicana antes de los mafiosos Decio de María y el inútil Justino Compéan, que al futbol han venido a desgraciar permitiendo tantos extranjeros naturalizarse, como si hubieran nacido en Cojinillo, un villorrio de Tierra Blanca. Barredo enfrentó a Garrincha, los driblings del brasileño eran atajados con pulcritud. No le permitía nada. Al final de esa cascarita, tan contento estaba el brasileño que le pidió posar con una foto, que publicó el diario deportivo Esto, y un paisano de mi pueblo pasó a la gloria del futbol, aunque fuera por momentos. Bebeto ha sido diputado en la Asamblea Legislativa de Rio de Janeiro, y Romario es senador con una alta votación. Escribo esto porque Cuauhtémoc Blanco, que es otra de nuestras glorias, aunque a veces sea un ave de tempestades, quiere ser alcalde de Cuernavaca, Morelos, donde a veces suenan los cañonazos por tanta maluria. Lo postula el Partido Social Demócrata (PSD) y se le desea buena suerte. A veces deben ser mejor los futbolistas que los políticos. A esa ciudad, desde hoy los periodistas deportivos le llaman: “Cuaunavaca”. Venga. Última hora, los mafiosos Justino y Decio aprietan la candidatura del Cuau, le piden que escoja, o político o futbolista, porque, dicen estos babas, debe ser neutral. No mammy blue. Pobre país, y pobre futbol con este parcito. Falta el otro, el hermano del que quiere el Oscar. El Iñárritu.
ROBERTO BLANCO (OBITUARIO)
Leí una noticia dolorosa en El Mundo de Orizaba. Falleció Roberto Blanco Murillo, un maestro fotógrafo empírico de esa casa periodística, donde laboró por algunos años. Una penosa enfermedad lo alcanzó. La familia Arroniz de la Huerta y los empleados de esa empresa editorial le despidieron con una esquela donde lamentaban su pérdida. “El Güero”, como le decíamos cariñosamente, trabajó unos seis años con quien esto escribe. Aquí aprendió de las primeras ‘talachas’ del trabajo. Siempre fue un empleado leal, comedido, muy respetuoso, solía visitarme de vez en cuando y yo seguía su camino por medio de sus fotografías en ese diario. Fue un hijo de otro comunicador, Tomás Blanco, viejo locutor de la época de aquella radio de cabinas excitantes, en la XETQ orizabeña. Ahora estarán juntos, rememorando y abrazándose como un padre a un hijo querido. Descanse en paz.
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