*Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos. Camelot.
Escrito en Ciudad de México. Tomo el vuelo de Volaris en el aeropuerto Jara de Veracruz. Suele uno madrugar y levantarse a las seis, pero es mejor esto a las insufribles y tomadas autopistas, que las toman como borrachas. Beto Carrillo, paparazzi de Notiver, me toma una foto. Me vuelvo famoso. Veracruz estrena una nueva sala aeroportuaria, con ocho salidas. Perronas. Ahora solo encontré a un picudo, Antonio Selem, gente inteligente, con maestría por doquier, quien en el gobierno del hombre leyenda, Fernando Gutiérrez Barrios, era el economista consentido del gobernador. Volaba a Houston, desayunamos juntos, unas picadas y unos revueltos nos hacían la mañana mejor. Era el día que se votaba la Reforma Duartista, la de dos años de gobernador y la bella Anilú Ingram acomodaba a la borregada para que levantaran el dedito, bien y bonito, como ocurrió ese día. Hablamos un poco del gobierno de Peña Nieto, y como el presidente con su “tolucopachucracia”’ se ha ido deteriorando, porque, piensan algunos, el pastel es muy grande, hablo del pastel del poder, no de la corrupción, y hay que repartir esos ejes del poder y Peña llegó con su Gabinete como si todos pensáramos como los toluqueños, o los de Atlacomulco, un tiempo llamados Atracomucho. Nos despedimos porque mi vuelo se iba. Trepé a ese Airbus y a medio camino vi el volcán Pico de Orizaba, del pueblo donde vivo, entonces eché una pestañita.
LA CAPITAL
No hace tanto frío como en nuestras ciudades. La temperatura agradable, se ve que los frentes fríos aquí no les llegan ni les han pegado. Tomo el taxi por todo Circuito Interior. Voy a Reforma, sobre el Paseo de la Reforma, una vez llamada de la Emperatriz o del Emperador (no confundir con Orizaba), trazo encargado por Maximiliano I, que luego, cuando llegó Benito Juárez a derrocarlo y pasarlo por las armas, le llamaron horriblemente Paseo Degollado, en homenaje a Santos Degollado, por último, cuando Juárez muere y llega Sebastián Lerdo de Tejada, ya saben ustedes como somos los mexicanos para cambiar nomenclaturas, se llamó Paseo de la Reforma, más bello que los Campos Elíseos de París. Desde tiempos de Ebrard dejaron vías libres para los ciclistas, hay que andar a las vivas porque, si no te atropella un Metrobus te estrellas con un ciclista como el Burro Mielero, ciclista de mi pueblo, uno que fue campeón con corona. En Londres, que también es pueblo y tiene una reina, a los turistas les ponen letreros al piso donde les recomiendan voltear a los dos lados antes de cruzar, por el tipo de vialidades. Hace fresco, aín no llega el invierno frío. Tomo mi cuarto y me voy a caminar, paso por el Senado. Pepe Yunes anda de vagaciones y ni modo de buscarle. Más tarde tuvieron comida en el Sevilla Palace. Una veintena de polis resguardan el sitio. Tiene una malla metálica fuerte, para traspasarla hay que hacer odiseas como las grandes batallas de Alejandro Magno, aunque aquí no son guerras, son opositores protestando contra Peña Nieto.
LA CITA CON FIDEL
A las 8:00 de la noche tenía cita con el exgobernador Fidel Herrera Beltrán. Una noche anterior, su hijo, Fidel Herrera Borunda, había abandonado el hospital Inglés ABC, el de Observatorio, fundado por el inglés Weetman Pearson, dueño de la petrolera El Águila y de los puertos de Coatzacoalcos y Veracruz, del drenaje profundo y del ferrocarril del istmo, un hombre en aquel entonces más rico que Slim y Bill Gates juntos, hasta que se le apareció un presidente trompudo, llamado Lázaro Cárdenas, lázalo, lázalo que se te va, y les cantó: están que se van y se van y no se han ido. Y se fueron. Nació la Expropiación Petrolera. Llego al hotel St. Regis en Reforma y Mississippi, el exgobernador ya está ahí. Su ayudantía conoce los vericuetos defeños y llegan antes que yo. Nos saludamos, cuando podemos nos vemos, atento estuve a la salud de su hijo Fidel, a quien me comunicó en medio de la plática y le saludé para que, con grandes ánimos, viera la vida de otra forma. Bajó más de 14 kilos, pero se oía bien. El exgobernador dio una cátedra médica de los cómos y los porqués de los afamados médicos liderados por el doctor Leopoldo Guzmán Navarro, y de coadjutor Manuel Lila de Arce, para que explicara a Rosa Margarita Borunda de Herrera los términos médicos de ese equipo que logró sacarlo de la emergencia, donde había mañanas que parecía no avanzaban. Pero tuvieron a Dios de su lado. Fidel, en la emoción, me dijo que cuando más veían el peligro, Rosa le encomendó su hijo a su querida hermana Mónica, fallecida por un cáncer terrible, y Fidel a Moisés, su hermano recién fallecido. Vivieron noches y días de sufrimiento. 13 días al pie de la cama del hijo que, llegado un momento, tuvo que ser aislado porque en los hospitales llegan las bacterias y te liquidan. Recibió apoyos de muchos amigos, llamadas desde el gobernador Duarte, que estuvo atento siempre, hasta los más humildes de aquellos a quienes tendió la mano cuando fue gobernador.
AL FINAL
Al final, cuando la plática continuaba en el bar King Cole, en homenaje al gran Nat, husmeábamos el hotel que parece neoyorkino, con dos restaurantes, uno de eso hoteles llamados inteligentes, que tiene una sala VIP abajo, donde solo han de entrar picudos y millonarios, utilizado mucho por turistas americanos y canadienses, y en una sala lobby, entre dos whiskies relajadores para hacer la plática amena, hablamos de su otro hijo, Javier Herrera Borunda, que va a ser postulado por los Verdes a una posición plurinominal. Del tiempo que le tocó lidiar como gobernador con dos presidentes panistas, Vicente Fox (que lo quería) y Felipe Calderón (que lo rechazaba). De todo eso para entender que la política siempre ha sido fascinante y que, aunque ahora guarda su distancia como exgobernador, conoce y sabe de los tiempos y está en el estudio de las cosas.
Le traje un libro del gran Martín Caparrós, El hambre, tremendo porque en la contraportada se lee que, mientras usted lee este libro en, digamos ocho horas, en ese lapso se habrán muerto de hambre unas ocho mil personas. Libro que debe ser interesante, con la gran pluma de Caparrós. Llegadas tres horas después nos despedimos. Allí se rompió una taza y cada quien para su casa. Hasta otra cita, en otro año, sin duda.
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