24 de Noviembre de 2024
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

Diario de un reportero: Conversación entre periodistas

 

 

 

 

Miguel Molina/

 

 

Ah, la vida del reportero. No hay dos días iguales, como pude ver esta semana. Pensando todavía en lo que vive México, me quejé de que nadie parece haber pensado qué hacer si cae el gobierno, y un colega me respondió en tono condescendiente que pensar en eso es tarea de todos.

 

Pero el argumento no me convence porque las responsabilidades de todos, al menos en nuestro país, terminan por no ser de nadie. Nuestra conversación comenzó cuando apunté que las medidas sobre movilidad social que aprobó el Congreso son muy semejantes a las que hay en varios países, sobre todo de Europa.

 

Como suele suceder cuando hablan dos personas, uno de nosotros pensó que las cosas no eran tan sencillas. Aunque las manifestaciones de protesta causan caos vial, dijo mi colega, los mexicanos tenemos más miedo que respeto a las fuerzas de seguridad, a todos los niveles de gobierno, al ejército, a las policías, coludidos con el narco...

 

Por eso — explicó mi colega — la gente sale a las calles para exigir justicia, transparencia, el fin de la corrupción, el fin de la impunidad. El problema es que no te escuchan, porque quienes imparten la justicia son quienes imparten la injusticia.

 

Yo pensé que muchos otros resultan perjudicados de muchas maneras por marchas y manifestaciones. Y uno se da cuenta de que es claro que pese a esas marchas y manifestaciones no hay quien imparta justicia ni hay quien escuche, porque las marchas y los bloqueos, las protestas y las manifestaciones no afectan a quienes deberían afectar.

 

Pero la situación es más complicada, asegura mi colega. Hay grupos radicales que bloquean carreteras y casetas de peaje como medida de protesta, una acción que muchos reprueban – explica – pero tal vez ni los legisladores ni los políticos mexicanos tienen autoridad moral para imponer el orden.

 

Yo pregunto quién tiene autoridad moral en México en este momento. ¿La turba? ¿La intolerancia? ¿Los grupos radicales? ¿Los anarquistas? No hay que olvidar que el país tiene cien millones de habitantes, la mayoría de los cuales no participa en manifestaciones.

 

Desde mi punto de vista, eso no significa que muchos no estén cansados, ni que los callados aprueben la pillería, la corrupción, o la injusticia. Pero decir que es complicado y dejar que los radicales asuman la voz de un país que no se las ha dado me parece temerario.

 

Me temo — y lo he dicho cada vez que me preguntan qué pienso sobre la sitiación en México — que va a terminar pasando lo que pasó en Egipto, donde un grupo asumió el poder y lo perdió en un golpe de Estado a manos de los militares. Y eso no es bueno.

 

Le explico a mi colega que ninguno de nuestros intelectuales, ninguno de nuestros políticos, ninguno de los académicos y expertos opinadores parece haber pensado en qué hacer para lograr el país que queremos. Hasta ahora, y desde lejos, parece que la idea es que la ley se aplique a otros, pero no a uno...

 

A mi colega no le pareció lo que dije. Me respondió que esperar que sean los intelectuales, los políticos, los académicos y los expertos opinadores los que digan es señal de que estamos mal, porque la responsabilidad de lo que pase en México es de todos.

 

La gente – afirma mi colega – está desesperada por respuestas y al mismo tiempo tiene miedo de que se produzca un movimiento armado, porque son pocos los que apuestan por la violencia y muchos los que deseamos con fuerza un país en democracia.

 

Me dio pereza seguir el diálogo, porque aquí es donde el argumento zozobra en un mar de asegunes. Pero es claro que nadie (ni los intelectuales que parece despreciar mi colega, ni los obreros ni los campesinos ni nadie) está preparado para hacer algo en el momento en que caiga el gobierno, si es que cae.

 

Nadie sabe ( y tal vez nadie ha pensado) qué hacer un minuto después, una hora después, un día después, una semana después de que el sistema que ha contaminado al país se venga abajo. 

 

Así terminó nuesta conversación. Quizá ninguno de los dos estaba escuchando al otro. Pero me fui a dormir pensando que esperar a que pasen las cosas para empezar a pensar qué hacer es arriesgado. Y sería demasiado ta