24 de Noviembre de 2024
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ACERTIJOS: EL PRESIDENTE Y SU LABERINTO

 

 

Gilberto Haaz Diez.- 

 

*Algunas personas figuran en los titulares de la prensa, pero son otras las que escriben la historia. Camelot.

 

 

No recuerdo un sexenio que comenzara, a casi 24 meses del reinado, con avatares y problemas reales. Y muros que saltar y derribar. Siempre que llegaba un presidente, en un sistema presidencialista como el nuestro, la gente le medía el agua a los camotes y les ponía un acertijo a que lo descifraran. Tengo memoria desde López Mateos, los médicos le hicieron famosa huelga y enfrentó a los ferrocarrileros, pero el hombre terminó bendecido por la historia. Supo ganarse el calendario a su favor y con sus escapadas a las populares peleas de box, la gente terminó queriéndolo, no adorándolo, pero queriéndolo. Era también de ojo alegre. Todas las mañanas, cuentan los sanedrines de la tribu, el presidente se levantaba de buen humor y preguntaba a su secretario particular, Humberto Romero: “Qué toca hoy, Humberto: ¿viajes o viejas?”.

Díaz Ordaz fue marcado por el 68. La rebelión estudiantil lo acompañó hasta su muerte. Los muertos fueron sus fantasmas. Por más que el sistema buscó reivindicarlo, cuando fue nombrado efímero embajador en España, la historia lo condenó, y a la historia hay que respetarla porque, como dijo Crichton: “Si uno no sabe historia, no sabe nada: es como ser una hoja y no saber que forma parte del árbol”.

Echeverría llegó y ya saben cómo nos fue. Tumbando caña nos quería llevar al Tercer Mundo, cuando andábamos por el quinto. No lo logró. El tiempo también lo reprobó. Lo envió a un apartado pequeño con su ‘Arriba y Adelante’. Ni arriba ni adelante, quedamos como el rey Tojo. Tojodidos.

 

AÚN HAY MÁS

 

Con José López Portillo la historia se ensañó. Intelectual, por más que se preparó para ser un Quetzalcóatl redivivo, no pasó esa aduana. La Colina del Perro y las devaluaciones le acompañaron también hasta su muerte. No podía ir a un restaurante porque la gente le ladraba. Y de doña Carmen, su esposa, hicieron escarnio de su afición por la música. Cierta vez, que andaba por Santillana del Mar, en la Cantabria de España, una viejecita que nos acompañaba a quien esto escribe y a mi esposa, me dijo con singular alegría, cuando pasábamos por un Museo: “Mira, allí es donde tu presidenta quiso un día tirar un muro para meter un piano”. No era cierto, creo que jamás fueron por esa zona del Norte de España, pero la consigna popular los señaló. Jolopo llegó un día a Caparroso en busca de sus antepasados españoles, y les cambió el pueblo, les fijó lámparas para que les alumbrara la noche y les pavimentó caminos y lo nombraron hijo distinguido.

Miguel de la Madrid pasó tan sin pena ni gloria con su mediocridad, fue tan gris que lo más que le sobresalió, en su contra, fue aquella vez que, impávido, se paralizó cuando el terremoto de la ciudad de México en 1985, el día que nació la Sociedad Civil.

Luego llegó el tiempo de los brujos y las brujas. Carlos Salinas con su modernidad. A su favor, queda que nos llevó al Primer Mundo en su Tratado de Libre Comercio, comenzamos a disfrutar de una alta tecnología que se nos negaba. A nuestro país entraban televisiones que se enviaban a países de África. Comenzamos a conocer a la Sony sin fayuqueros, las tiendas comenzaron a poblarse de las marcas gringas, pero una mañana su sucesor, Ernesto Zedillo and Procter and Gamble, le movió la escalera y le apagó la luz y el hombre se fue al basurero de la historia.

Una de las desgracias de nuestra época es que, al querer deshacernos de los sentimientos de culpa injustificados, también hemos relegado al olvido muchos que eran justificados. Bien lo dijo el Nobel Camilo José Cela: “Hay dos clases de hombres: quienes hacen la historia y quienes la padecen”. Zedillo terminó con Salinas como Pacquiao a su rival en el box. Tirado a la lona y casi noqueado. Al terminar, Zedillo buscó un exilio propio, se fue a Estados Unidos odiando a los priistas y en universidades americanas vive su vida loca, como canta Ricky Martín. Viene de vez en cuando y en foros económicos suelta sus tesis. No dejó mal la economía, y quienes conocen de estos sinsabores del olor a dinero, a su favor argumentan que fue gracias a él y sus teorías Keynesianas que no hemos vuelto a sufrir devaluaciones y quebrantos.

Con Fox (Vicente), el país entró en una vorágine de desmadre. El hombre, que llegó muy legitimado por los votos, y que tuvo en sus manos el apoyo del pueblo para terminar con los cacicazgos sindicales y poder meterle un golpe certero a la corrupción y a la impunidad, perdió la gran oportunidad de su vida y, amando a Marthita, tiró por el basurero de la historia un trabajo que pudo ser de primera, para trascender en la historia. El partido casi único había sucumbido, era ahora o nunca, pero ese vaquero no llegó preparado, le gustaba más la ordeña de rancho que la política.

A Felipe Calderón aun lo juzga la historia. Hay muchos que piensan que el trabajo en contra de la Delincuencia Organizada fue efectivo. Otros lo critican, que fueron muertes inútiles y que a nada se ha llegado. A su favor tiene que, como llegó regresó. Vive donde vivía antes de ser presidente, y no se le conocen de casos de corrupción, su esposa, Margarita Zavala, es un gran apoyo a su sexenio, su comportamiento como Primera Dama fue de excelencia.

 

LA HORA DE PEÑA

 

El presidente Peña vive su laberinto. Todos quieren que dé un golpe de timón. Pero no se sabe por dónde empezar. Una mañana, por descuido de todo su gobierno, un borrachales gobernador y un crápula alcalde pusieron a México en el mapa de las desgracias, se encontraron con desapariciones, cadáveres, huesos y fosas comunes. Aquello era un panteón particular de la delincuencia organizada, y nadie sabía nada de ello. Para Ripley. Está a unos días de cumplir 24 meses en su gobierno, y si no mete los correctivos va a ser juzgado muy anticipadamente como un mal presidente de un Estado Fallido. El asunto de la Casa Blanca mexica le ha costado. La familia ahora sufre penalidades. La hija de su esposa apenas vivió un incidente cuando, en Las Vegas, Nevada, unas mexicanas comenzaron a gritarle improperios. El presidente, asegura su secretario de Gobernación, el jueves lanzará un Manifiesto a la Nación. Todos apuntan los problemas, algunos ofrecen soluciones. La tesis de que en los municipios la delincuencia ha tomado por rehenes a los alcaldes y a sus policías y a sus síndicos y regidores, es muy cierta. Algunos amenazados, otros en complicidad. Habrá que darle una sacudida al árbol y que caiga lo que no sirve. O un discurso como el de Lincoln, el de la Casa Dividida, cuando en la Guerra de Secesión el país se partía: “Una casa dividida contra sí misma no puede seguir en pie”. Los mexicanos se enfrentan. El gobierno, por una parte, y mucha población pidiendo justicia y que se acabe la corrupción y los crímenes. Las turbamultas se rebelan. Gregorio Marañón tenía razón cuando escribió de ellas: “La multitud ha sido en todas las épocas de la historia arrastrada por gestos más que por ideas. La muchedumbre no razona jamás”.

Hace nada platiqué con un mesero, en lo que servía la comida. Reprobó al presidente, aun, como me dijo, había votado por él.

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