Pepe Valencia.- Leo y escucho opiniones encontradas en relación a la multicitada gubernatura de dos años. La mayoría de los opositores y partidarios de esta posibilidad hablan de acuerdo a sus muy particulares intereses.
En realidad el pueblo no se ha pronunciado a favor ni en contra, por apatía, hartazgo, desinformación o simplemente porque muchos ciudadanos consideran que no les va ni les viene.
He preguntado a amigos que están alejados de la política y, aunque no me lo crean, no sólo no les atrae el tema, ni siquiera se han enterado del debate al respecto.
Lo mismo puede haber un mediocre o un excelente gobernador de dos que de seis años… o de cinco.
Que dos años es tiempo insuficiente para planear y ejecutar obra pública importante, cierto. Pero también un sexenio es demasiado para soportar a un pésimo gobernante. Así que estarían empatados unos y otros.
¿A quiénes conviene un período de dos años? ¿A quiénes de seis o de cinco? Los mejor posicionados, los Yunes priistas y panistas, pugnan por el sexenio completo o por lo menos por un quinquenio.
Alberto Silva, Erick Lagos o cualquier suspirante local aceptarían de mil amores la de dos añitos. Habría menos competencia si los Yunes se descartan para ésta y deciden esperar la sexenal.
La decisión parece tomada en el altiplano y acatada en la aldea.
Los veracruzanos pedirían al sucesor de Javier Duarte, que sea un buen gobernador por dos, cinco o seis años.
Si un político viene decidido a enriquecerse ilícitamente en el cargo, le da igual un sexenio que dos años, aunque, lógico, preferiría el mayor tiempo posible… para robar bonito.
En lo personal opino, un gobernador, alcalde o presidente de la república puede dejar huella o rastro para la historia si funge durante un año, dos, tres o un sexenio, si es capaz y tiene voluntad de trabajar por su gente. El tiempo es lo de menos.