23 de Noviembre de 2024
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Piedra Imán: De yeguas y jaguares

 

 

 

Manuel Zepeda Ramos

Desbarajuste. Llámele así, o también globalidad, o que el mundo es un pañuelo, o que las distancias se acortaron por el desarrollo tecnológico, o que el siglo XXI es el gran receptáculo del fin de las ideologías como ya reza muy bien el lugar común.

El cómo piensan hoy los partidos de oposición en México, parecería que la dinámica de los acontecimientos de la vida nacional en los últimos años, semanas, y días —abruptos, atropellados e impredecibles— ha trasladado a un segundo, tercer o a ningún plano esa esencia sine qua non que los institutos políticos deberían conservar como referente necesario de la historia. Sin temor a equivocarme, digo que en estos tiempos del nuevo milenio los partidos políticos de oposición han dejado atrás la razón de ser y por la cual se ganaron un registro en la vida política de nuestro país. Los programas de partido y sus planes de acción para alcanzar el poder como meta necesaria y suficiente y lograr la mejoría de vida de los ciudadanos han dejado de tener validez en los partidos de oposición de hoy que deberían competir por el poder que otro partido ha conquistado con la fuerza del voto, arguyendo razones ideológicas de principio.

Habré de repetirlo: si el ratón Velasco o Gómez Morín, o Valentín Campa, o Castillo Peraza, o Demetrio Vallejo, o Martínez Verdugo, o cientos de militantes e ideólogos —de la derecha y de la izquierda; del azul y del amarillo—, de la vida política del México contemporáneo resucitaran, se morirían de inmediato al ver el desbarajuste en que se encuentran sus institutos políticos.

El pensamiento ideológico debería ser el fiel que marque el avance de los partidos. El que se eleve como lámpara votiva para justificar y dignificar su paso por la historia. El que sea la razón de ser en el combate electoral.

Veo con preocupación que el PAN y el PRD anuncian alianzas para la contienda electoral del 2015.

Veo que quieren caminar juntos, cuando en elecciones recientes han demostrado su absoluta incompatibilidad para tener hijos. Mucho menos para llevar, al menos, el mismo paso.

Estas reflexiones me traen a la memoria uno de los miles de cuentos que el recién premiado con el Nacional de las Artes ha dejado flotando en la Ionósfera para el consumo de las futuras generaciones que habrán de inventar, estoy seguro, cómo rescatar las energías sonoras que flotan en el ambiente.

Eraclio Zepeda ha contado que en su viaje por la ruta de Alejandro Magno, se encontró una vez una mancuerna de camello con chivo que arrastraba una carreta cargada con mercadería que su propietario llevaba a algún lugar del Asia Central.

En su narración de gran amenidad, decía el escritor chiapaneco palabras más palabras menos, que podía observar claramente la fatiga evidente del chivo quien, por cada paso marcado por el camello, el pobre chivo tenía que dar cuatro a riesgo de que, si no lo hacía, podía llevarse un pisotón de pronóstico con las grandes pesuñas del animal del desierto. Además, después de unos minutos, el animal de joroba doble empezaba a “babear” en tal cantidad que el chivo quedaba prácticamente “bañado” con el efluvio espeso que le provocaba asfixia y una enorme ganas de vomitar.

Más allá de la creatividad indiscutible del cuentista mayor de nuestro país, me parece que eso sucedería en las alianzas del azul con el amarillo.

Los desacuerdos empezarían desde el definir quién sería el camello y quién el chivo. Desde allí el desgaste empezaría, en detrimento de la yunta y la carga que arrastraría.

Ya ha habido ejemplos al respecto. La relación entre uno y otro partido ha terminado al final del ejercicio —porque han ganado elecciones—, entre mentadas de madre y hojas de tamal, junto a un absoluto deterioro de la credibilidad de quienes ejercieron el poder.

¿Cómo habrán de ponerse de acuerdo dos partidos que tienen planteamientos antípodas en su concepción de partido político?

Es evidente que eso poco importa. Lo que está en el fondo del tema es ganar las elecciones a como dé lugar sin fijarse en la consolidación ideológica de un instituto político que realmente lo necesita para crear conciencia de su pensamiento en beneficio de sus electores.

¿Ya se dieron cuenta que uno está por el aborto y el otro no?

Parecería que eso tampoco importa, en una sociedad que debate a fondo este tema tabú y que involucra creencias e ideologías milenarias. Solo importa ganar las elecciones.

Y que no se confunda.

El Pacto por México fue un acuerdo de varios años y de un gran trabajo político, de todos los partidos y para bien de la nación, independientemente de quién habrá de ganar los próximos comicios presidenciales.

El resultado del acuerdo lo verán las próximas generaciones después de 15 años. Fue un trabajo de visión de una nueva nación ante el mundo, una nación que no podía continuar con funcionamientos de obsolescencia probada.

Por lo pronto, la oposición amenaza con crear yuntas disparejas.

Las de ahora y acá, como el trópico manda, podrían ser de yeguas con jaguares.

Sin babas ni pisotones.

Pero sí patadas y rasguños.