Gilberto Haaz Diez
*Grafiti grabado a filo de navaja en la puerta de un baño de mercado: “Onde quiera hay gandayas”. Camelot.
Rafael Mateu, gran amigo de los tiempos de la música y las disqueras, corrió por el Facebook aquel gran concierto de Los Beatles, el 30 de enero de 1969, en azotea londinense. Fue una historia de la vida real, la gente que pasaba debajo echaba la mirada hacia arriba y veía a unos músicos tocando, sin imaginar que era la última vez que el cuarteto Liverpool se reuniría. Era un concierto en la azotea que valdría millones de dólares. Voy a Wikipedia: “El Concierto en la azotea fue el último concierto que realizó la banda británica The Beatles al final de sus años como banda y en la época de decadencia del grupo. Es nombrado popularmente como concierto en la terraza, concierto en el tejado y concierto en Apple Corps, y recibe este nombre obviamente por que se realizó en la azotea de los Apple Corps en Londres, estudio de grabación de la banda”. Uno lo puede admirar cuantas veces se pueda. Es de 2.14 minutos (ahora lo veo), con Lennon y McCartney y los otros dos, en aquella mítica Don’t let me down. Aún no llegaban los infortunios, aún no presentían que era la última reunión de un grupo que se volvió leyenda, de cuando esta generación les conoció y les admiró y les cobijó, porque pasarán 100 años para que llegue otro grupo igual de creativo. Y pasarán 100 años y su música seguirá oyéndose en todo el mundo. Aún no tocaba la muerte a las puertas de Central Park, en el edificio Dakota, donde un desequilibrado mató de dos tiros a Lennon, y la música se puso de luto desde entonces. Se ve que hacía frío, por las vestimentas, Ringo en chamarra roja aporreando esa batería. Harrison en lo suyo, y los dos pilares, tirando notas inmortales. Ayer lo recordé al oírlo y verlo. Aún no venía el pronto resquebrajamiento, aún la historia no culparía a Yoko Ono de haberlos separado, quienes al parecer eran como hermanos, pero en el fondo vivían rivalidad plena, más en Lennon y McCartney, los genios, los compositores, el alma de los cuatro. Los londinenses abajo, y los turistas pegados en la banqueta, no sospechaban que allí se daba el gran último concierto de The Beatles. Véanlo, allí están el Let it be y el Get Back inmortales, y se ve parte de cuando los bobbies, la policía londinense, llega a callarlos porque los vecinos se quejaban que hacían mucho ruido, para Ripley.
EL MACUARRO GOBERNADOR (II)
Está ese gobernador guerrerense en la segunda semana de su supervivencia. Debió haber caído hace mucho, a los dos días de los infortunios de la presunta muerte o desaparición de normalistas. Pero hoy el federalismo no es el mismo. Lo aporrean por todos lados, y aprendió de sus viejos tiempos de priista mañoso y tramposo, ahora es perredista, pero es lo mesmo, diría Minga, una gente de mi pueblo. Ángel Aguirre levanta teléfono y lo mismo llama a Pepe Cárdenas, para airear su defensa, y por poco canta la rola de Pedrito Fernández: “yo te aseguro que yo no fui”. No hay uno que no lo haya aporreado, sea conductor televisivo o columnista. Ciro Gómez Leyva le escribió: “No, señor gobernador Aguirre, a usted no lo acusan de criminal, lo acusan de inepto”. Y se ve que le dolió porque a Carlos Puig, quien le entrevistó anoche, le señaló que no lo bajan de asesino, borracho y de inútil. Y le falta una, de macuarro.
LOS EXABRUPTOS
Suele todo mundo tirar un exabrupto, lanzar una maldición o una soflama que arda. Se subliman cuando son los políticos quienes la tiran. Por las redes sociales circulan dos, una conversación telefónica de Miguel Ángel Yunes Linares con un panista, el diputado local Joaquín Guzmán Avilés. Yunes Linares llama ‘idiota’ a Julén Rementeria, su adversario panista. Uno no entiende si los políticos, al menos los que saben que son espiados y vigilados, lo hacen adrede para que el otro se entere, y para que lo sepa el mundo. En la época de D’Artagñan y los tres mosqueteros se utilizaba como mensajería las palomas, esas llevaban las mentadas ida y vuelta.
Otra. Circula también por Internet. Lo subió la página sinembargo.com. Es viejón, pero lo pusieron de moda en este 2014, al parecer es del año 2010. Se ve a Dante Delgado Rannauro repartiendo boletines en un crucero de automovilistas, uno de ellos le rechaza su panfleto, y Dante, todo enojao, y como buen alvaradeño, le llama: “¡Pendejo!”, así a secas. En camisa blanca, manga larga, Dante se acerca al automovilista, extiende la mano en señal de saludo y el otro la rechaza. Con la bilirrubina arriba por el desprecio, le grita: “¿Que no te pareció?, ¡pendejo!”. Y la leperada retumbó en sus centros la tierra, al sonoro rugir de Alvarado. Hay veces que la calentura llega y el huamachito florece.
EL MENDIGO Y EL REY
Hubo una vez un limosnero que estaba tendido al lado de la calle. Vio a lo lejos venir al Rey con su corona y capa. Le voy a pedir, de seguro me dará bastante, pensó el limosnero, cuando el rey pasó cerca le dijo: “Su majestad, ¿me podría por favor regalar una moneda?”, aunque en su interior pensaba que el rey le iba a dar mucho. El rey le miró y le dijo: ¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey? El mendigo no sabía que responder a la pregunta: “¡Pero su majestad... yo no tengo nada!”. El rey: “Algo debes de tener, busca”. Entre su asombro y enojo el mendigo buscó entre sus cosas y supo que tenía una naranja, un bollo de pan y unos granos de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darle, así que en medio de su enojo tomó cinco granos de arroz y se los dio al rey. Complacido, el rey dijo: “Ves como sí tenías”. Y le dio 5 monedas de oro, una por cada grano de arroz. El mendigo dijo entonces: “Su majestad, creo que acá tengo otras cosas”, el rey no hizo caso: “Solamente de lo que me has dado de corazón te puedo yo dar”.
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