El estratega sabe que la esperanza es el sueño
de todos aquellos que están despiertos.
En los aciagos días que se viven en el mundo, una buena noticia ha ocupado los titulares de la prensa internacional, las redes sociales y los espacios noticiosos: el premio Nobel de la Paz de Malala Yousafzai, quien trascendió el espacio y el tiempo por defender el derecho de las niñas pakistaníes a la educación, y que fuera gravemente herida por grupos talibanes que se oponen al progreso de las mujeres en aquel país. Malala se sobrepuso a una muerte segura y tras recuperarse ganó notoriedad por su congruencia y valentía para defender el derecho a la educación, de las mujeres y niñas de todo el mundo. Malala, de 17 años de edad, es, junto con Kailash Satyarthi, de origen hindú y quien se ha destacado igualmente por defender a la niñez, ganadora del Premio Nobel de la Paz 2014. Sobra decir que Malala se encuentra entre las 100 personas más influyentes del planeta y su ejemplo motiva a Jefes de Estado y de Gobierno, a organizaciones de la sociedad civil, a defensores de los derechos humanos y a la niñez y juventud de los cuatro continentes, por haber superado diversos obstáculos con templanza y voluntad.
A pesar de ello, la vida de Malala corre peligro. Tras el fallido intento de asesinarla, los talibanes juraron vengarse nuevamente, pues representa la unidad en torno a la liberación femenina en Pakistán. Por ello, la noticia de este premio resulta alentadora porque conmueve y reconforta el espíritu, es luz en medio de la oscuridad, y sobre todo porque hay plena coincidencia en que esta distinción es un acto de elemental justicia a quien, aún sabiéndose en riesgo permanente, no ha escatimado esfuerzo ni tiempo a favor de una causa que comparten todas las naciones, por la educación y los derechos humanos. En ocasión de este premio que es bálsamo para una sociedad colapsada por la degradación, la barbarie y la violencia, retomo parte del mensaje disertado por Malala el 12 de julio de 2013 ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde con aplomo y dignidad sostuvo, entre otras cosas, lo siguiente:
“No hablo por mí, sino por todos los niños y niñas. Yo levanto mi voz, no lo que yo puedo gritar, sino para que los sin voz puedan ser escuchados. Aquellos que han luchado por sus derechos. Su derecho a vivir en paz. Su derecho a ser tratado con dignidad. Su derecho a la igualdad de oportunidades. Su derecho a la educación… La pluma es más poderosa que la espada, es verdad. Los extremistas tienen miedo de los libros y los bolígrafos. El poder de la educación les da miedo… En muchas partes del mundo, especialmente en Pakistán y Afganistán, el terrorismo, las guerras y los conflictos no permiten que los niños vayan a las escuelas… En la India, los niños inocentes y pobres son víctimas de la explotación infantil. Muchas escuelas han sido destruidas en Nigeria. Las personas en Afganistán se han visto afectadas por los obstáculos del extremismo durante décadas... La pobreza, la ignorancia, la injusticia, el racismo y la privación de sus derechos básicos son los principales problemas que enfrentan hombres y mujeres…".
"Hacemos un llamado a todos los gobiernos a garantizar la educación gratuita y obligatoria para todos los niños en el mundo… Hacemos un llamado a todos los gobiernos para luchar contra el terrorismo y la violencia, a proteger a los niños contra la brutalidad y el daño... Queremos escuelas y educación para un futuro brillante para cada niño… Vamos a librar una lucha global contra el analfabetismo, la pobreza y el terrorismo, y vamos a recoger los libros y lápices. Son nuestras armas más poderosas... Un niño, un maestro, un bolígrafo y un libro pueden cambiar el mundo, porque la educación es la única solución”. Enhorabuena por mujeres como Malala. Su ejemplo nos motiva a seguir adelante en la ruta de la solidaridad y el amor por los demás, pues por todos es sabido que en la búsqueda del bien común siempre encontraremos nuestro propio bien. Así será.
*Secretario de Gobierno