22 de Noviembre de 2025
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

VISITANTES DEL TERCER PLANETA / Si el 3I/ATLAS fuera una Nave Tripulada / MARCIANO DOVALINA

 

19a

Si el 3I/ATLAS fuera una nave tripulada, el universo entero estaría mirándonos en este instante, no con curiosidad, sino con expectativa, porque lo que está en juego no es el descubrimiento de otra especie, sino la medida de nuestra propia humanidad.

Durante siglos hemos levantado la mirada al cielo preguntando si estamos solos,

Hoy esa pregunta, por primera vez a nivel global, podría tener una respuesta que no viene en un telescopio, sino en un visitante real,

una nave, un objeto que viaja en silencio, más allá de nuestras fronteras, más allá de nuestra comprensión y sin embargo, lo primero que debemos entender es esto: no están viniendo a ver qué somos capaces de conquistar, sino qué somos capaces de comprender, no vienen por nuestros recursos, ni por nuestras religiones, ni por nuestros gobiernos; vienen a observar el alma de una civilización que, por fin, está a punto de mirarse a sí misma sin disfraz.

Los gobiernos reaccionarán como han sido educados: con protocolos, reuniones, estrategias, alertas de seguridad nacional, pero ninguna diplomacia terrestre podrá representar a la humanidad completa, si no nace desde la conciencia y la humildad, no necesitamos ejércitos que apunten al cielo, necesitamos corazones que puedan soportar la idea de no ser el centro del universo.

El poder, el dinero, la ideología y la frontera dejarán de tener sentido el día que una nave de otro mundo cruce nuestro cielo, porque, frente a lo cósmico, todos los imperios son ruinas, todas las religiones son metáforas y toda la historia humana es apenas el preludio de algo mayor.

Si el 3I/ATLAS fuera una nave tripulada, habría que prepararse no para la guerra, sino para la introspección, no para sobrevivir, sino para evolucionar.

Los científicos buscarían señales en sus materiales, los teólogos buscarían profecías en sus libros,

los artistas buscaríamos sentido en su silencio y tal vez, solo tal vez, el sentido esté precisamente ahí:

en el hecho de que todavía podemos sorprendernos.

Quizá vengan en son de paz, quizá solo observan, quizá ni siquiera vengan “por nosotros”, sino por lo que representamos: un punto en el tiempo donde la materia aprendió a pensar, a escribir poesía, a llorar frente a una puesta de sol, quizá vienen a confirmar que la inteligencia puede nacer de la fragilidad, que el amor, la compasión y la música son formas superiores de energía.

Pero no debemos romantizar el contacto, debemos asumirlo como la gran prueba moral de nuestra especie: si no hemos aprendido a convivir entre nosotros, ¿cómo pretendemos convivir con otros mundos? Si seguimos destruyendo la vida que nos fue dada ¿qué derecho tendríamos de tocar otra?

Si aún matamos en nombre de Dios, de la patria o de la economía, ¿qué podríamos ofrecer a quienes tal vez ya superaron esas nociones primitivas.

El 3I/ATLAS podría ser una nave, un mensaje, o una prueba, podría ser una advertencia o una invitación y en cualquier caso, el resultado será el mismo: nos enfrentará con lo que realmente somos.

Por eso propongo algo:

que antes de intentar hablarles, aprendamos a escucharnos, que antes de enviar delegaciones científicas, formemos delegaciones humanas, que un consejo planetario —de poetas, filósofos, niños, ancianos, científicos, madres, migrantes, soñadores— sea quien redacte la primera carta de la Tierra, una carta que no hable de poder ni de miedo, sino de aprendizaje, de gratitud, de memoria.

Porque quizá el 3I/ATLAS no busca colonizar, sino acompañar, quizá es una especie de mensajero cósmico, una nave de observación enviada por una civilización que entendió lo que nosotros apenas intuimos:

que el universo no se conquista, se cuida, que el espacio no se explora con motores, sino con conciencia y entonces, si ese es el caso, lo importante no será descifrar sus motores, sino comprender su silencio, no será traducir su idioma, sino recordar el nuestro: el lenguaje del respeto, del asombro, del amor.

El día que el 3I/ATLAS entre en nuestra atmósfera, el ruido de la humanidad deberá detenerse un instante y en ese silencio, deberíamos recordar a todos los que soñaron con ese momento: los que miraron las estrellas desde una azotea, los que escribieron ficciones sobre otros mundos, los que creyeron, los que dudaron, los que amaron más allá del miedo, porque ellos fueron los verdaderos constructores del contacto.

Cuando veamos su luz, no deberíamos preguntar “¿qué quieren?” sino “¿qué estamos dispuestos a ser?”.

Tal vez el 3I/ATLAS no es una nave con destino a la Tierra, sino un espejo interestelar en el que la humanidad se verá reflejada, un recordatorio de que aún estamos a tiempo de elegir nuestro rumbo:

entre el miedo o la madurez, entre la arrogancia o la empatía.

Y si algo debe quedar grabado en la memoria de este planeta, es que no hay mayor señal de inteligencia que la capacidad de convivir con lo desconocido sin destruirlo:

Ese será el primer saludo digno del cosmos.

Así que, cuando el 3I/ATLAS llegue —si llega—, cuando las luces se enciendan sobre el cielo y el mundo contenga la respiración, solo una respuesta será verdaderamente universal:

“Bienvenidos. No sabemos quiénes son, pero sabemos lo que queremos ser: una especie capaz de recibir sin miedo, de escuchar sin violencia, y de mirar al infinito con los ojos abiertos.”

Y entonces, sin importar su origen o su propósito, sabrán que en este pequeño punto azul, la vida aprendió finalmente a reconocerse como parte del todo.

Ese será el día en que el universo confirmará que la humanidad ha despertado.