
Faltan campañas para empoderar a las indígenas sobre salud reproductiva.
AGENCIAS
CDMX
Han pasado 28 años desde que la indígena chol, Malena Pérez López, fue vendida para esposa a sus 11 años por tres kilos de alimentos a un tsotsil que le triplicaba su edad. Hoy que regresó a este municipio ve que la situación sigue como hace medio siglo, como cuando le pasó lo mismo a su mamá.
Malena -su nombre ha sido cambiado- ahora tiene 39 años, es morena, corpulenta, bajita de estatura y muy curiosa, como muchas mujeres de aquí prefiere hablar en castellano y usar la lengua materna solo cuando charla con las ancianas.
Dice que le gusta cocinar, es lo que le ha dejado dinero, lo aprendió desde niña cuando vivió y trabajó en una carnicería de este lugar, ubicado entre las montañas del norte de Chiapas.
Hay minas de ámbar a hora y media de aquí, ahí solía ir su padre, como muchos otros campesinos, a extraer artesanalmente la resina, hasta que el alcohol se apoderó de él.
Mientras su casa de tabla se caía, la milpa se secaba y los accidentados caminos las aislaban, una mañana, siguiendo "la tradición", la niña fue vendida como esposa a un hombre que abusó sexual y físicamente de ella.
Ese día escapó y llegó hasta la carnicería. La dueña le explicó que la venta de niñas era un delito, la indígena lloró, la mujer la abrazó, quiso huir, pero se arrepintió porque la despensa dada ya se la habían acabado.
Luisa Hernández es vecina de Malena, bajita, platicadora, de 20 años, madre soltera. Cuando se le pregunta si los matrimonios infantiles siguen pasando, mueve la cabeza de arriba hacia abajo. Ambas están sentadas en diferentes casas de cemento y techo de lámina ubicadas en la primera colonia del municipio.
"Conozco en la comunidad Francisco Villa, la niña a los 12 años la vendieron por dinero y un costal de maíz grande, la muchachita no quería", dice en voz bajita.
Los habitantes de Sabanilla no han dejado de ser pobres, ahora más de la mitad lo son, según la Secretaría de Bienestar federal.
La Secretaría de Igualdad de Género Chiapas, a cargo de María Mandiola Totoricaguena, dice vía Transparencia que para prevenir la violencia hacia las indígenas difundió campañas en radios locales y en lonas impresas, a través del proyecto AVGM/CHIS/M3/SIG/18, de junio a diciembre pasado, pero a este lugar nada llegó.
Asegura que brindó asesorías jurídicas, psicológicas, de trabajo social y foros para empoderar, sin embargo, las mujeres entrevistadas ni siquiera saben que existe esta Secretaría.
Las instituciones del Gobierno de Chiapas, por Ley de Género, deberían informar que existen, así como prevenir, atender y empoderar a las indígenas.
Deberían llegar hasta aquí, después de un camino de ocho horas, desde la capital del Estado, Tuxtla Gutiérrez.
Si una autoridad se quedara una noche aquí, gastaría aproximadamente 2 mil pesos, poco comparado con el millón 980 mil pesos que la Secretaría de Igualdad de Género Chiapas gastó en siete meses para su proyecto contra la violencia hacia las indígenas.
En su página de internet, dice que previene, atiende, monitorea y da seguimiento a la violencia de mujeres tsotsiles y tseltales de 14 municipios de los Altos de este Estado. Pero Chiapas tiene mucho más del doble de esos municipios indígenas, y Sabanilla, es uno de los 30 sitios a donde nadie llegó.
"Ahora la muchachita tiene 16 años, y un hijo; en Francisco Villa hay 50 habitantes y más casos así, está a 20 minutos de aquí en carro, pero no es seguro que vayamos porque la gente se puede enojar de por qué estamos preguntando por su tradición", dice Luisa.
Es miércoles y la oficina del DIF municipal ha sido ocupada por sacos de fertilizantes que son entregados a mujeres de Venustiano Carranza, Bebedero, Unión Juárez, San Antonio de los Martínez y Cerro Blanco.
Según dos trabajadores, es en esas comunidades donde el matrimonio infantil predomina; lo saben porque han ido desde hace tres años cuando se construyó la primera carretera.
"Ya casi no pasa... bueno, es poco... o, como... bueno, si se van es porque ellas quieren (ríe), de verdad que no pasa, sucedió hace años, ahora no".
Habla una de las mujeres que hace fila para recibir un saco de fertilizante; el resto ve con recelo a la reportera y, a unos metros, el parque central lleno de hombres que las esperan.
Dice Juan Martín Pérez García, de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe, que, por falta de información, este tipo de violencia es difícil de reconocer.
La salud reproductiva es un tema que tampoco se reconoce. El Alcalde morenista, José Darwin González Cabello, prefiere no contestar vía Transparencia cuántas campañas de este tipo ha realizado.
En los últimos años, a falta de empleo, las menores de edad y jóvenes de Sabanilla migran a los campos agrícolas de Sonora, principalmente. Cada semana, dos autobuses llegan por ellos. La Secretaría de Bienestar estatal, a cargo de Rodolfo Moguel Palacios, que debería brindar créditos a municipios pobres, aquí no da nada.
Por las noches, las calles son oscuras y por las mañanas el calor golpea, da la impresión de ser un pueblo y no un municipio de 21 mil habitantes que vive del comercio y siembra de maíz. Es común ver a jovencitas con hijos en brazos.
Malena tuvo dos hijos a los siguientes años de que fue abusada sexualmente, los niños se los quitó el padre, y ahora ella vive con un hombre que sí eligió, aunque prefirió no tener hijos. En la cocina, desde su vivienda de cemento, junto a Juana Pérez López, su madre, dice que se han perdonado.
"A mí también me vendieron por alimentos y telas, yo tenía 12 años, mi vida era muy triste, mi finado papá me dio con un viejo, yo no quería, pero tuve que irme con él a un rancho por cuatro años, tuve dos hijos, uno se murió de hambre y tristeza y el otro tiempo después se suicidó, luego lo dejé al hombre", dice la mujer al recordar la venta de niñas de hace medio siglo en Sabanilla.
Desigualdad y no amor, razón por la que menores se casan
La falta de oportunidades es razón de peso por la cual una de cada cinco mujeres de 20 a 24 años en México llegó a la unión libre o contrajo matrimonio antes de cumplir los 18 años, advierte Julieta Pérez Amador, profesora-investigadora del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México.
"La tasa de uniones en menores de edad (en México), ya sea matrimonios o uniones libres, es de 20 por ciento, y es de las más altas de América Latina", alerta.
Eso quiere decir que una de cada cinco mujeres de 20 a 24 años se unió en unión libre o contrajo matrimonio antes de cumplir 18 años, según los datos más recientes de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2018 (ENADID), dice.
"De hecho, este nivel de matrimonio y unión libre en menores de edad (MULME) ha permanecido constante durante varias décadas y, como sociedad, no hemos conseguido disminuirlo", indica.
Pérez Amador agrega que en 2019 entró en vigor una reforma en el código civil federal que no permite que menores de edad contraigan matrimonio y por ello son muy pocos los que se celebran, la tendencia va muy a la baja.
Pero, sin importar esto, vale notar que la mayoría de los MULME son de tipo unión libre o de hecho.
Asegura que Guerrero, Tabasco y Chiapas son las entidades con mayores tasas de uniones en menores de edad, superiores al 30 por ciento.
En tanto que Michoacán, Nayarit, Veracruz, Coahuila, Campeche e Hidalgo tienen tasas de entre 26 y 28 por ciento.
"Así que en estas nueve entidades al menos una de cada cuatro mujeres de 20 a 24 años de edad se unió en matrimonio o unión libre antes de cumplir la mayoría de edad. La Ciudad de México tiene la tasa más baja que es del 9 por ciento", dice.
De acuerdo con la especialista, si bien este fenómeno existe porque es parte de una tradición de inicio de formación familiar temprana en México, en la actualidad sucede en sectores de la población vulnerables, como lo son las mujeres que no asisten a la preparatoria y se han quedado únicamente con estudios de primaria o secundaria.
"Dentro de los factores asociados a la ocurrencia y permanencia de los MULME se encuentra la calidad de la educación y la falta de alternativas a la formación familiar temprana y la dedicación al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, como lo serían completar una carrera universitaria y la participación en el trabajo remunerado. Otro factor destacable es la pobreza, en sus múltiples dimensiones".
La investigadora indica que, según sus investigaciones, las hijas de madres que se unieron siendo menores de edad tienen mayor probabilidad de también unirse siendo menores de edad en comparación con las hijas de madres que se unieron ya siendo mayores de edad, por lo que este fenómeno se transmite intergeneracionalmente.
Señala que para contrarrestar esta práctica, se tiene que mejorar la calidad de la educación y ofrecer las mismas oportunidades de inserción y permanencia en el trabajo remunerado a mujeres y hombres, es decir, diseñar políticas que, con perspectiva de género, faciliten la participación de las mujeres en el trabajo remunerado y fomenten la participación de los hombres en el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados.