AGENCIAS
Ciudad de México
Trump como Presidente 2.0 de Estados Unidos de América sigue en campaña ahora con su bastón del poder.
Para muchos es una campaña siniestra, de locura, de confrontación y fragmentación del mundo.
Difícilmente alguien en nuestro orbe no ha tenido que regresar a verle, escucharle, sentirse directa o indirectamente en reacción -para bien o para mal- con lo que va del ejercicio de su nuevo mandato.
Pero hay un actor clave en su campaña política gubernamental: Vladimir Putin, el mandatario ruso.
Desde hace décadas se conocen, se frecuentan, se saben outsiders.
Trump y Putin han impulsado negocios privados comunes, han logrado construir una confianza y agendas en las que comparten intereses políticos; de hecho, a pesar de que la historia de sus naciones y potencias mundiales les lleva a la rivalidad, se saben entre ellos impredecibles y temibles.
Por ello Vladimir Putin parece que lleva siempre la ventaja.
Ha estudiado muy bien a líderes como Trump, Xi Jinping, Netanyahu, a los mandatarios y líderes opositores europeos, asiáticos y del Medio Oriente.
Su decisión de librar la guerra ruso-ucraniana se desempeñó con las garantías de una alianza con Xi Jinping y en medio de la Presidencia de Biden.
Putin pensó que la expedición especial sobre Ucrania sería breve, abrupta, una victoria en pocos días.
Pero el pueblo, el ejército y Zelenski reaccionaron con férrea resistencia nacionalista y la expedición día de campo bélica en el plan, se volvió una guerra permanente, salvaje, de desgaste mutuo. Se sumaron la mayoría de los países occidentales europeos, sobre todo con el gobierno de Biden, cambiando los escenarios de V. Putin.
¿Por qué Ucrania? ¿Qué objetivos persigue Putin? ¿Cuál será el desenlace de la guerra? ¿Hasta dónde quiere llegar?
Zelenski y Putin se han mantenido y han seguido afianzando sus posiciones de poder. Desde un inicio han estado dispuestos a que inicien las negociaciones de paz (el propio Xi Jinping propuso un plan de paz sin mucho futuro); sin embargo, han hecho lo necesario para avanzar en sus objetivos y sistemas de defensa, escalando sus operaciones tácticas de campo para reafirmar sus posiciones de fuerza.
Tres años cumplió la guerra ruso-ucraniana en 2025 y los estrategas militares asumen que el conflicto bélico está en un punto muerto.
Pero se apareció un cisne negro en la escena. Donald J. Trump.
En 2024 el candidato Donald Trump prometió que su regreso a la Presidencia traería consigo el fin de la guerra.
Pero es posible que el valor de la paz y de Ucrania -desde la lógica de Trump 2.0- haya sido modificado en un tablero estratégico diferente: El Estados Unidos de Trump se resiste a ser el policía del mundo, sabe que el pueblo estadounidense está cansado de financiar la guerra y lo recursos que se destinan al conflicto.
Kiev/Ucrania promovió el pasado febrero que se reafirme la integridad territorial de Ucrania y se pidiera a Rusia que retire sus fuerzas de acuerdo con la Carta de la ONU: El gobierno de Washington de Trump maniobró en sentido contrario, al grado que se adoptó por el organismo multinacional una postura neutral sobre la guerra, se evitó culpar a Rusia y se pidió un final rápido del conflicto seguido de una paz duradera.
Por eso Estados Unidos está presto a que no se juzgue a Putin como criminal de guerra, a que se cedan por Ucrania los territorios conquistados durante la guerra, a firmar un contrato de explotación nacional estadounidense de minerales raros, a evitar el flujo de decenas de miles de millones de dólares de EUA, a alinear a la ONU y con ello suspender una asistencia militar que superará los 200 mil millones de dólares.
Adicionalmente, Trump ha hecho declaraciones acerca de que Zelenski encarna una dictadura en su país, que las autoridades ucranianas y no las rusas son las responsables de la guerra y que Ucrania debería de organizar nuevas elecciones antes de iniciar cualquier proceso de negociación por la paz.
El último episodio del Arte de negociar de Trump se dio en la Sala Oval hace semana y media.
Trump y su Vicepresidente J. David Vance, en una reunión con Zelenski en el Despacho Oval de la Casa Blanca, que fue televisada y se volvió viral, buscaron presionar y humillar a Zelensky como paso previo a que firmara el contrato de marras sobre minerales raros.
Ese momento político mediático, Cécile Alduy, profesora de literatura y civilización francesa en la Universidad de Stanford/Centro de Investigación Política de Sciences Po, lo analizó en toda su profundidad:
"(...) destruyeron Trump/Vance juntos, esa escenografía estática para sustituirla por los códigos del pugilismo y la confrontación verbal que suelen limitarse a los programas de entrevistas, los canales de youtubers y podcasters de éxito y las redes sociales. En lugar de mantener la lucha de poder en silencio ante los medios, como es habitual, se montó para obligar a Volodymyr Zelensky a firmar un acuerdo: Donald Trump minimizó constantemente las fortalezas de su homólogo ucraniano, repitiendo que no ‘tenía las cartas’, que estaba a merced de Vladimir Putin" (lemonde.fr, 4/03/25)
Zelenski (oficiosamente por obra y gracia de Trump y Vance nada menos) a merced de Vladimir Putin dice la investigadora semiótica cultural Alduy.
Epílogo y en represalia a esa reunión/escándalo y con fue la decisión del gobierno de Washington de suspender información de inteligencia de EUA y restringir el acceso a Starlink, servicios privados de imágenes por satélite a Kiev cuyo dueño es Elon Musk, una medida delicada que abrió un compás de ineficacia y vulneración en las comunicaciones y operaciones bélicas por parte de Ucrania, incrementándose las bajas y ángulos de vulnerabilidad en la guerra que libran contra Rusia.