Alrededor de las 10 de la mañana. A pesar de que el cielo está nublado, la Plaza de los Danzantes del Parque Temático Takilhsukut se encuentra completamente llena. Los niños ocupan las gradas en medio de risas y alegría. El público aguarda. En la parte frontal, los códices de cada comunidad ondean con el fuerte viento, contando los secretos y enseñanzas de las diversas danzas. Aquí se lleva a cabo el conversatorio. El resplandor de la estrella del danzante/Ixmakgaxkgakgant staku tantlin, que reúne a danzantes del Totonacapan, San Luis Potosí, Estado de México y Veracruz, además de ser la sede de más de mil danzantes que comparten su ritmo durante Cumbre Tajín. Cuando las Abuelitas de la ceremonia de Xalaktsú comienzan su ritual, los visitantes se acomodan en sus lugares y prestan atención a lo que está por suceder. Las danzantes forman un círculo que gira. El olor a flores y copal inunda el lugar, llevando bendiciones a todos los presentes. Cuando la ceremonia finaliza, en el ambiente se siente la alegría y la paz que trae la danza. Más adelante, se unen al círculo los practicantes de otros municipios, así como un grupo de niños de Coyutla, los cuales portan sus trajes tradicionales con orgullo. Una pequeña de apenas unos seis o siete años zapatea y gira con soltura. En el micrófono, los huapangueros hacen retumbar sus instrumentos e invitan a todos a bailar. El público no se hace del rogar. Algunas señoras se levantan para bailar con sus hijos e hijas, otros danzan con amigos, e incluso hay quien baila solo. En medio del ambiente festivo, llega un momento en que todos los danzantes de las diferentes comunidades se encuentran bailando. Los penachos de los Voladores Teenek de Tamaletón, San Luis Potosí, se confunden con las trenzas y el sahumerio de las Abuelitas de Xalaktsú. Es así que la danza reúne y da vida a la tradición; en ella, todas las diferencias se opacan y son reemplazadas por los sentimientos de hermandad y solidaridad. Así lo indica don Esteban Domínguez García, de Coyutla, quien da la bienvenida a los danzantes que vienen de fuera: “Me siento alegre porque tenemos unos hermanos de otro lugar que vienen a compartir con nosotros en este encuentro que tenemos, en esta fiesta patronal en el Parque Temático Takilhsukut. Ellos también vienen a compartir con nosotros sus ideas. Vienen a participar con sus danzas y a enseñar lo que saben”. A sus 59 años, don Esteban muestra vitalidad y fuerza. La silla de ruedas en la que se encuentra no ha sido suficiente para alejarlo de la tradición: “Yo fui pushko o caporal, soy danzante de los Quetzales y bailé 33 años. Hoy ya no bailo, pero participo en la danza. Invito a los jóvenes a que la practiquen para que sigan la tradición y no dejen la cultura que tenemos, que aprendan”. La gente se conmueve ante las palabras de don Esteban, quien primero habla en Totonaca y después prosigue su discurso en español, de forma que los Voladores Teenek puedan comprenderlo. Éstos escuchan atentamente las palabras del caporal. Sus penachos rojizos llaman la atención de los presentes. Ellos asienten ante las palabras de los Totonacas. Es así que se establece un diálogo, un lenguaje común entre danzantes. Al respecto, don Juan Santiago Reis, danzante de Tamaletón, dice: “Tenemos seis o siete años participando; me da mucho gusto visitar a los Totonacas. Tengo 86 años y llevo 36 bailando la danza de los Voladores del Gavilán. Hemos ido a muchos lugares como Oaxaca, Galveston o Washington. Nuestra música no es igual a cualquier música. Por eso, siento bonito porque gustan de nuestra danza”. Los Voladores Teenek agradecen y se despiden. La gente continúa llegando para ver a los diversos grupos que, con alegría y concentración comparten los saberes ancestrales cifrados en el signo de la danza, la cual, sin duda, hace florecer el corazón. |
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