* Lejos de desaparecer, la labor de estas mujeres es de vital importancia en comunidades rurales e incluso zonas urbanas
Miguel Bautista
Como reconocimiento a la labor que realiza la partera tradicional, este 5 de mayo se conmemora el Día Internacional de las Parteras, por lo cual lejos de desaparecer dicha profesión está tomando auge en las comunidades rurales, ahora apoyadas y capacitadas en todo momento por el Sector Salud, donde se brindan todos los conocimientos respectivos para que las mujeres que están esperando la llegada de un bebé puedan hacerlo sin dificultades.
Juvenal Carballo Preza, director del Área de Salud Reproductiva en la Jurisdicción Sanitaria número IV de este municipio, reconoció que desde hace algunos años la captación de estas mujeres y su posterior capacitación ha sido una constante, por lo tanto el reconocimiento para dichas mujeres sigue traspasando las barreras de un simple trabajo artesanal.
Explicó que aunque en algún tiempo se había satanizado esta profesión, muchas historias de vida han demostrado que con esfuerzo y dedicación se pueden convertir en relatos de verdadero valor, ya que sus conocimientos muchas veces son adquiridos por simple cotidianidad, situación que la vuelve aún más meritoria.
Declaró que aun cuando el número de partos atendidos por parteras ha disminuido considerablemente, ni la ciencia o tecnología puede suplirlas del todo, ya que son altamente recurridas como una forma de vida tradicional ya sea para diferentes labores como masajes, sobadas, reacomodamientos del producto y otros muchos enseres, aunque ahora son instruidas para que en caso de que un nacimiento pueda presentar riesgos al momento del alumbramiento deban ser canalizadas las pacientes a centros de salud u hospitales cercanos para que se les brinde una atención adecuada.
Agregó como dato específico que es dentro del sector urbano donde irónicamente más se utilizan los servicios de las también llamadas “comadronas”, esto por la herencia generacional que supone la educación de diversas comunidades que aún persiste en los municipios, sin embargo, a la fecha deben llevar controles de calidad en sus pacientes, por lo que se puede presumir que en los últimos años no ha habido registrados casos de muertes maternas o infantiles por parte de las mismas, siendo un logro conseguido en contubernio por ambas partes a partir de su intensa capacitación, insistió.
Finalmente, expresó que se le da tanta importancia al hecho u oficio que a nivel estatal siempre se realizan eventos de gran magnitud para celebrar dicha labor, incluso comentó que nuestro municipio alberga a mujeres que han obtenido reconocimientos estatales en dicha actividad, y se está por entregar este 8 de mayo un reconocimiento nacional para una de ellas como premio a su esfuerzo, dedicación y empeño con el que realizan su oficio, concluyó.
Legado de ayuda a la vida
Una de tantas historias de vida es la de doña Joaquina Torres Ortiz, mejor conocida como “Zoila”, originaria de la comunidad San Pedro Altepepan, perteneciente al municipio de Atzalan, con 81 años a cuestas y más de 55 en este oficio, nos relata con orgullo en sus ojos, la alegría y el orgullo de ser partera y haber ayudado durante su vida laboral a más de 3 mil 500 mujeres para que tuvieran a su bebé entre sus brazos, sin presunción y por increíble que parezca dicha cifra, relata que llegó a atender hasta cuatro partos en un solo día y que era tan solicitada en sus servicios que tuvo que hacerse de un caballo para recorrer la serranía y ayudar de esta forma a quien se lo solicitaba, pues en aquellos años ni siquiera existía el transporte público.
De origen sencillo y con una elocuencia que supera la de muchos jóvenes nos adentra en su mundo, contándonos cómo se inició dentro del oficio aún sin saberlo, pues ayudó a una vecina sin tener los conocimientos más elementales de la profesión más que las ganas de ayudar y por supuesto “con la ayuda de Dios”, ya que en aquellos tiempos lo único que se conocía para poder tener un alumbramiento era recurrir a una partera o hacerlo solas en casa atadas a una soga, hincadas y con la fuerza que solo sabe dar el amor de una madre.
Aun y cuando solo estaba capacitada para poner inyecciones intramusculares, un buen día acudió una familia a su hogar para llevar una mujer que estaba a punto de dar a luz con la única esperanza de ser ella quien en kilómetros a la redonda podría ayudarlos de algún modo, sin pensarlo y con el esfuerzo que significa un alumbramiento, expone que no tuvo más remedio que ayudar a quien se lo solicitaba, una mujer de 35 años y primeriza en estos enseres, no conforme con ello la familia ni siquiera contaba con lo más indispensable.
En aquellos tiempos valía 15 centavos un “topo” de aguardiente, y 10 centavos uno de los llamados “jabones de pan”, sintiendo compasión por ella se dispuso a ayudar el alumbramiento de manera tradicional en aquellos tiempos, semicolgadas en una viga y pujando para que el producto naciera, era la única forma conocida en aquel entonces.
De tal forma que después de un largo tiempo de grandes esfuerzos todo salió bien para ambas, de tal fortuna y magnitud fue su historia que después de darse a conocer este hecho en la comunidad, desfilaban por ahí cada día más mujeres que requerían sus servicios, hasta que el destino puso en sus manos una carta, en primer lugar pensó que sería una llamada de atención de las autoridades e incluso una demanda por ejercer esta actividad sin conocimiento previo, pero grande fue su sorpresa que al abrirla era un requerimiento en aquel entonces del IMSS para capacitarla, pues su fama se extendió hasta el punto de captar a todas las mujeres que laboraban en estas condiciones.
A capacitarse
Al no haber transporte público en aquellos lugares tuvo que arriesgarse y pedir aventones a carros zacateros para poder llegar hasta la comunidad de Almanza, y luego a Martínez de la Torre, donde para su sorpresa la reunión consistía en brindar información de esta labor a todas aquellas mujeres que de una u otra forma ayudaban en este sentido al Sector Salud, en esta parte de la historia cobra relevancia la ayuda de su esposo, de quien señala jamás se interpuso en su sueño de poder realizar lo que le gustaba que era ayudar a traer la vida a este mundo.
Fue con un anuncio oficial de que se daría capacitación por un mes en este sitio que tuvo que abandonar momentáneamente su hogar para dedicarse en cuerpo y alma a obtener los conocimientos que ella consideraba debidos, regresando a su casa únicamente los fines de semana para atender sus labores y dejar todo en orden para regresar nuevamente al hospital donde recibía su capacitación.
Cumplió religiosamente esta encomienda que al final fue felicitada según relata por los mismos médicos del lugar, quienes veían en ella además de una partera una mujer empeñada en el oficio, y no paró hasta conseguir estar totalmente empapada de estos conocimientos, siendo su más grande tesoro, un maletín que les fue obsequiado en este lugar, conteniendo no solo un estetoscopio, sino además pinzas quirúrgicas y demás instrumentos que añora como el mejor recuerdo que posee de este viaje.
Esto fue solo el inicio de una larga carrera productiva en la ayuda de la maternidad, sin ufanarse de sus logros en lo absoluto, esta amable mujer cuenta cómo tenía una libretita donde tenía anotados de manera celosa todos y cada uno de sus nacimientos, más de 3 mil tenía ya dicho documento hasta que durante un fuerte vendaval que azotó aquella comunidad, se llevó su casa y se extravió dicha documentación, sin embargo, sus recuerdos jamás se borrarán dice y hasta hora son casi 4 mil los partos en los que ha prestado auxilio.
Lugares remotos como El Anayal, El Tesoro, Equimite, Chaparro Grande, Altepepan, Espinal, Tlacolula, El Jardín, El Pedrón y otras tantas comunidades más son las que según sus recuerdos ha tenido que asistir para desempeñar su oficio, pues su fama albergaba prácticamente toda una comarca, requiriendo para ello la ayuda de un caballo que era su medio de transporte a todos estos sitios, precisamente fue en una de estas andanzas donde una banda de malhechores la robaron y despojaron de su caballo además de su preciado tesoro (su maletín quirúrgico ganado con esfuerzo en su primera capacitación), recuperando días después su equino, no así su instrumental, sin embargo, este hecho tampoco la detuvo.
Presume de un logro ganado a pulso y es que durante toda su vida de partera jamás ha tenido que lamentar una muerte infantil, ahora existen responsivas que son firmadas por los padres para proteger su labor, pero anteriormente no existían dichos documentos, cuenta la entrevistada.
Por último, relata que después de 5 hijos no siente orgullo en su historia, pues ella considera que hizo lo que debía hacer para sobrevivir y ayudar a las mujeres, tan solo un varón y 4 mujeres son su familia, 2 de ellas siguieron el ejemplo de su madre y también se dedican a esta actividad, a nadie ha presionado, todas han elegido lo mejor para sus vida, exclama.
Muchos han sido los agradecimientos que en su vida ha recibido, no solo en lo monetario sino de gente de origen humilde que acudía con presentes luego de haber auxiliado a alguna mujer en estas circunstancias, recuerda que aunque en aquellos tiempos sólo se cobraban 500 viejos pesos por cada parto, el dinero era lo que menos importaba, ella hacía su labor sin recelos y aun cuando alguna familia no contase con el dinero suficiente lo hacía de todos modos por el simple hecho de poder ayudar a dar la vida a un recién nacido, concluyó.