27 de Abril de 2024
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

Con altibajos, finalizó la temporada grande en la Plaza México

Con puro descastado, cierra temporada La México en la corrida más larga de la Grande. Y a pesar de la falta de bravura, con los tendidos atiborrados, los nombres buscaron triunfos importantes en el ruedo: surgió el primer rabo en dos temporadas, retorna Ponce al arrullo de su público, se la juegan redonda los más jóvenes de esta tarde calurosa, Rivera queda con el corazón partido y El Payo sale dándole tumbos el estómago.

Zapote, negro bragado de 522 kilogramos y acucharada cornamenta, fue la primera suerte de Pablo Hermoso de Mendoza, quien buscó a un toro que no rodaba. Mató mal, dos viajes de rejones traseros y, no obstante, se fue aplaudido.

Siguió Bigotón, un Teófilo ojo de perdiz vuelto de cornamenta de poca cara, poca caja y 512 kilos de fuerza justa.

El puyazo de José Palomares fue pésimo, las banderillas no fueron mejor, y así se siguió Enrique Ponce, tela grana y florituras en oro, con su cuidadosa muleta.

Ni izquierdas ni derechas tuvo el cárdeno meano, y Ponce se alargó lo que quiso, toreando cual matador de salón, estoqueando peor, yéndose con un aviso.

Tío Prieto, negro lustre bragado, larguirucho de 515 kilos y mucho rabo, fue el primer turno de Fermín Rivera, recién recuperado de una cornada de tres trayectorias sufrida en Autlán, el 7 de febrero. Tuvo buen juego en la pica de Meléndez y pasó al quite por extraordinarias gaoneras de Fermín.

El potosino dio cátedra de sobriedad y de gusto por su toreo bien pensado con un burel que se aplomó al final, pero que dio buen juego a la muleta mientras duró. Fermín, zaino y estrellas doradas, se tiró a matar con mucha verdad, y luego de una desesperada labor de enterramiento cayó la primera oreja.

Ya en la alta tarde, el titán Don Salva, un negrón cornipaso de 541 kilogramos, tocó en suerte al rubio queretano, El Payo García, quien tuvo que sudar ante su ejemplar de Teófilo, que volvía con más velocidad, brusquedad y transmisión que sus hermanos.

Con mucha fuerza toda la faena, el mejor momento de entre tandas de brillantes de naturales y cambios de mano por la espalda, fue el de una dozantina poco antes de volver el estómago en pleno ruedo. Mató con media estocada, ya sin otro color en la cara que el reflejo de su vestido lila y oro.

El segundo de Los Encinos para Hermoso de Mendoza, Tejocote, un cárdeno pasado de la media tonelada, fue de mayor importancia que el abreplaza. Cosido a la grupa de los varios ensillados del rejoneador navarro, valió toda la tarde verlo abordando al luso oscuro Berlín, con quien el caballero puso dos banderillas.

Ya, al final, montado a Pirata, un blanco azteca, Hermoso puso un rejón de muerte que hizo crujir hasta el reloj, ganándose dos peludas de peso, pero un rabo exagerado, reclamado por la mitad de los tendidos.

Pateque llegó con su negritud y su largueza de 511 kilogramos frente a un Enrique Ponce más que dispuesto.

Brindado al empresario Miguel Alemán Magnani, el valenciano dividió opiniones con su sentido torear ante un borrego con poco más transmisión que su anterior suerte.

No obstante los buenos naturales, las lucidoras y gimnásticas poncinas, siempre bien fajado, la estocada precisa no llegó, y sin orejas, Ponce dio una vuelta al ruedo más que festejada, mientras sucedía un arrastre lento inmerecido.

Parador, negro espaldón bragado de 522 de peso dobló al caballo de Efrén Acosta y hasta ahí llegó, pues cada embestida era más desordenada que la anterior. Brindado a Carlos Slim, toro y diestro mordieron el pandero, uno molido, otro molesto con el ganadero.

Pariente, otro entrepelado de 549 kilos tocó en tercera suerte a Ponce, según el reglamento, pues El Payo fue a dar al hospital con gastroenteritis. Volcó el astado al caballo de Palomares, causando una grave pausa para el de Valencia que, necio, pidió que se banderilleara con el cuerpo del de pica en la arena.

Y ya se disponía a lidiarlo, pero el reclamo del público pudo más, haciéndolo esperar para comenzar su pirotecnia hasta llegar a la oreja tan pretendida: molinete bailarín, tanda de nerviosas poncinas, le robó pases al toro muerto con espadazo tendido, y, para cerrar, salió en hombros con solo un trofeo en la mano.