- Es uno de los 12 pueblos mágicos de Jalisco que te va a sorprender. Incluye, canciones de mariachi y unas rondas de tequila
AGENCIAS
CIUDAD DE MÉXICO
San Pedro Tlaquepaque se convirtió, a finales del siglo XVII, en un destino donde la gente acaudalada de Guadalajara establecía sus casas de veraneo.
La arquitectura de las haciendas, los adoquines de sus calles, sus colores y hasta la bella cerámica de los platos y tazas contribuían en crear un ambiente relajado para los prominentes personajes que escapaban del "bullicio". Las antiguas casonas de aquellos personajes de alcurnia ahora son galerías, restaurantes y tiendas de artesanías.
Tlaquepaque es uno de los 12 pueblos mágicos de Jalisco que te va a sorprender. Incluye, por supuesto, unas cuantas canciones de mariachi y unas rondas de tequila.
El arte de la cerámica
Paco Padilla recibe a sus visitantes en el taller de alfarería que lleva su nombre, en la Calle Prisciliano Sánchez 142. Él mismo les enseña a pintar vasijas o calaveras, según elijan. Al mismo tiempo, explica que la cerámica de Tlaquepaque es reconocida a nivel mundial por el uso de barro y técnicas como el petatillo o el barro bruñido conservando la tradición histórica de Jalisco. Los alumnos están concentrados, pero al mismo tiempo relajados, intentando lograr combinaciones de colores y formas.
El recorrido por este pueblo mágico continúa por la Calle Independencia hasta llegar al número 237, al Museo Regional de la Cerámica de Tlaquepaque, en una casona que perteneció al terrateniente Francisco Velarde y de La Mora.
El museo muestra una extensa selección de artesanías de los siglos XVIII y XIX, creadas por renombrados artesanos de la región. Entre ellas, las de Candelario Medrano, en técnica de barro betus, originaria de Tonalá; de Ángel Carranza, con piezas en miniatura de barro; y de Pantaleón Panduro, el principal exponente del retrato en barro de finales del siglo XIX. De este último, la historia cuenta que fue presidente de México por solo una hora, como pago de parte de Porfirio Díaz, a cambio de una figurilla dedicada a su persona.
Bebida ancestral
Para recuperar energía y poder continuar el recorrido, recomendamos una parada en el número 172 de Calle Juárez, en el restaurante Bobok de bebidas tradicionales. Su carta muy bien podría haber sido común en el siglo XVI.
Muchas de las bebidas basadas en cacao, maíz, canela, piloncillo y especias son parte de nuestra tradición ancestral, como el pozol, el tascalate, chilate y xochistle, además de varios atoles, champurrados, pinoles y, por último, el agua de cacao, que se sirve fría para aliviar el calor y dar energía.
Los "gorditos" y otras obras de arte
Después de una parada refrescante y de contemplar varias de las pinturas que se exhiben en las paredes de Bobok, hay que regresar al andador Independencia, al número 139, en donde se encuentran las principales galerías de arte del pueblo de Tlaquepaque, entre ellas la de Rodo Padilla, hermano de Paco Padilla, reconocido por sus esculturas a las que llaman "gorditos".
Con un estilo similar a los tradicionales Boteros, Rodo Padilla utiliza la técnica del "apretón": manualmente se presiona el barro contra el molde para poder formar la escultura.
Chocolate y tequila
Para endulzar el paladar, en Juárez 145, se estableció Cristina Taylor Chocolatería Artesanal. Su vitrina muestra una gran variedad de presentaciones y decoraciones en chocolate. Junto a esta está la mesa donde los viajeros hacen las catas maridaje de chocolate y tequila. A través de esta experiencia se puede descubrir cómo los sabores del destilado se adormecen o se intensifican.
La prueba final es un chocolate relleno de raicilla, otro destilado tradicional, una mezcla entre tequila y mezcal, con denominación de origen. Si alguno de los participantes tiene alguna duda de los sabores en esta cata, puede conseguir más chocolates y volver a empezar.