Sunak presume que su política disuasoria ha derivado a los inmigrantes irregulares al país vecino. Dublín planea devolver a todas esas personas a territorio británico
EL PAÍS RAFA DE MIGUEL
Londres
La utilización política de la inmigración tiene efectos perversos, y la capacidad de volverse en contra de quien la lleva a cabo. A cuatro días de unas elecciones municipales en toda Inglaterra que pueden decidir el futuro a corto plazo de Rishi Sunak, el primer ministro británico decidió este domingo presumir de su nueva política de deportaciones a Ruanda, y aseguró en una entrevista a Sky News que el aumento del flujo de inmigrantes que entraban en Irlanda desde el Reino Unido, vía Irlanda del Norte, era una clara demostración “de que la política disuasoria estaba logrando ya el impacto perseguido”. Sus comentarios han desatado una crisis diplomática entre los gobiernos de Dublín y Londres.
La ministra de Justicia irlandesa, Helen McEntee, y su homólogo británico, James Cleverly, han decidido cancelar una reunión de trabajo prevista para este mismo lunes, “a la que se asignará otra fecha a corto plazo”, según el comunicado de Dublín. Detrás de la frialdad del anuncio hay una tensión ante un asunto, la inmigración irregular, que está poniendo contra las cuerdas a los dos Gobiernos.
Sunak forzó la pasada semana la aprobación de su Ley de Seguridad de Ruanda, obligando al Parlamento a votar ya casi de madrugada, con el propósito de transmitir un mensaje de firmeza al electorado conservador. El 2 de mayo se celebran elecciones locales en Inglaterra, y la debacle de los tories prevista por los sondeos podría acelerar la rebelión interna del ala dura del partido contra el primer ministro y forzar un adelanto electoral. La aprobación de la ley, el incremento de jueces y policías para manejar el flujo de inmigrantes, y la promesa de que las deportaciones al país africano comenzarán en julio persiguen transmitir un mensaje de firmeza al electorado. En ese afán, calculó mal sus declaraciones, al señalar como un logro de su política el hecho de que casi el 80% de los inmigrantes irregulares que llegan ahora a Irlanda lo hacen vía el Reino Unido.
El pasado noviembre, Irlanda, celebrada durante décadas como tierra de acogida, despertó de golpe a la violencia xenófoba. En una sola tarde-noche se desató una ola de disturbios, vehículos incendiados, cristales rotos y consignas racistas en el centro de Dublín, después del apuñalamiento de tres niños y una profesora por una persona con claros signos de enfermedad mental. Los cerca de 100.000 solicitantes de refugio, más de 75.000 de ellos de Ucrania, vivieron una noche de terror, y el Gobierno descubrió de golpe que también en esa isla había un germen de tensión ante la inmigración. La crisis de vivienda que padece el país, con alquileres y ventas a precios astronómicos, ha incrementado el número de personas sin hogar y alterado la estabilidad social.
Devolución de los inmigrantes
El primer ministro irlandés, Simon Harris, ha contribuido al enfrentamiento diplomático al ordenar a su responsable de Justicia presentar ante el Gabinete de Gobierno propuestas legislativas para permitir la devolución en caliente al Reino Unido de todos los inmigrantes irregulares que llegaran a Irlanda. Dublín admitía de ese modo que, efectivamente, el anuncio de los vuelos de deportación a Ruanda había derivado en un flujo de personas de una isla a otra. Muchos de los migrantes que temen entrar en el proceso de selección para ser deportados a Ruanda han decidido huir de Gran Bretaña y entrar en Irlanda a través de Irlanda del Norte, ya que entre los dos territorios no existe un control fronterizo, a pesar del Brexit. El Protocolo de Irlanda preservó la frontera abierta para proteger la paz alcanzada en 1998 con el Acuerdo de Viernes Santo.
“Este país no va a permitir bajo ningún concepto que se genere un resquicio legal por el que acabemos asumiendo los desafíos migratorios de otro Gobierno”, advertía Harris. “Otros países pueden decidir cómo hacer frente a la migración. Desde la perspectiva irlandesa, pretendemos tener un sistema con una normativa clara, en el que esas normas se apliquen y se respeten”, añadía.
Devolución de migrantes
Irlanda y el Reino Unido disfrutan, a pesar del Brexit, de un Área Común de Movimiento de Personas que permite el libre desplazamiento entre las dos islas. Fuentes del Gobierno británico ya han respondido, ante la advertencia irlandesa, que no aceptarán la devolución de inmigrantes si no se contempla dentro de un acuerdo más amplio entre Londres y la UE. “No aceptaremos devoluciones de inmigrantes desde territorio comunitario, vía Irlanda, hasta que la Unión Europea acepte que nosotros también podemos enviarlos de regreso a Francia”, ha señalado un portavoz del Ejecutivo británico.
El Tribunal Supremo de Irlanda frenó la decisión del Gobierno de definir al Reino Unido como un tercer país seguro, y negociar de modo bilateral la devolución de personas. Según los jueces, esa decisión debía tomarse bajo el marco de la UE. La reunión de los ministros prevista para este lunes tenía como propósito comenzar a poner sobre la mesa medidas de colaboración ante un desafío que afecta prácticamente a toda Europa.
La crisis diplomática provocada por las declaraciones triunfalistas de Sunak y la amenaza de Dublín de iniciar un proceso unilateral de devoluciones ha puesto freno a cualquier intento de alcanzar una vía de cooperación.