3 de Mayo de 2024
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

POLIANTEA: Reformas democráticas jalonadas

Rubén Pabello Rojas.- Los movimientos sociales tendientes a lograr una democracia real en México, que desde finales de los años setentas del siglo pasado se fueron convirtiendo en una opción al alcance de las ciudadanía, cuando el sufragio se acerco aceptablemente a su efectividad, estimularon el ánimo de participar en las jornadas electorales, para alcanzar uno de los más preciados bienes que esa democracia alimenta en su esencia: el poder del pueblo.

 

Cierto es que con la legislación actual de la materia electoral el voto es generalmente respetado y que la cultura política en este renglón discurre por mejores prácticas y se puede hablar de una notable mejoría en este tema. Ello dio origen a otras formas de manifestar ese derecho ciudadano, ya no solamente en el ejercicio del sufragio, sino en la demostración de críticas, inconformidades y protestas que muchas veces se manifiestan en las calles.

La propuesta democratizadora hoy toma otros sesgos y se exterioriza en una mayor y más respetada libertad de expresión en todas sus modalidades. El pensamiento en estos días se expresa con toda plenitud por medio de la libre opinión. No existe la censura oficial que durante décadas se daba en el pasado siglo XX. Se puede decir que la sociedad actual goza de los beneficios de una posibilidad real de expresarse sin cortapisas. Es un hecho el pluralismo, el autentico respeto a las ideas de cada quien.

Entendida igualmente como una forma democrática de sustentar ideas, ya no es solamente por medio del pensamiento ideológico o el voto sino, también con acciones de protestas callejeras originadas por demandas  no atendidas que, por el deterioro en la atención a los deberes humanos fundamentales por parte de las autoridades,  se traducen en manifestaciones de inconformidad, a veces violenta y sin respuesta oficial contundente.

 La no atención y solución de peticiones razonables que reiteradamente se soslayan o de plano se deniegan, invitan a caer en la tentación de tomar la justicia por propia mano, por necesidad apremiante frente a un riesgo real o bien por imitación, coqueteando con la formación y el nacimiento de grupos de autodefensa ante la incapacidad de las autoridades, como ha sucedido en otras partes del territorio nacional.

Se dibuja en el horizonte, aun lejano, el fin del estado moderno, el estado democrático, para dar paso a una renovada figura político social que, bajo otras reglas, constituya una nueva forma de regir a una sociedad cada vez más inconforme y más dispuesta a llegar incluso a la violencia para conseguir un mejor nivel de vida en lo económico, ajeno a la zozobra el temor y la inseguridad.  Vivir en condiciones de paz y tranquilidad, supuestos  que la teoría del deber del Estado pregona pero no concreta.

El recientemente fallecido sociólogo y politólogo estadounidense, Robert Alan Dahl, hablaba de la Poliarquía como una nueva figura hacia donde se estaría encaminando la sociedad para sustituir métodos de gobierno actuales que ya la misma evolución de los pueblos busca y presiona rompiendo moldes que ya no operan.

Véanse si no los hechos cotidianos que los medios de comunicación informan diariamente, mostrando una, ya no tan novedosa, manera de actuar de grupos ciudadanos que reclaman la satisfacción de sus derechos de manera abierta, multitudinaria y opuesta a una autoridad, que utiliza a la fuerza pública para contener la inconformidad popular;  protesta ciudadana desafiante y  amotinada,  que se atreve contra policías y granaderos.

El fenómeno está presente desde organizaciones sindicales que agrupan grandes contingentes de miembros como los sindicatos magisteriales, hasta pequeños grupos de vecinos que bloquean una calle porque carecen de agua o algún otro servicio municipal, campesinos que se desnudan en plena vía pública para presionar, ridiculizar y extorsionar al gobierno; o, el colmo y confesión de un sistema paternalista, clientelar que no produce sino pobreza: menesterosos sociales que reclaman en una marcha o plantón,  no haber sido incluidos en un programa de asistencia social como reparto de despensas o exclusión de los beneficios de la tercera edad.

Ello pinta gráficamente hasta donde se ha y debilitado el poder de los diversos órganos del Estado que, presionados, deben accionar en parámetros verdaderamente acotados dentro de su alta responsabilidad. En una reacción bien aceptada para corregir rumbos y políticas públicas, se intenta una etapa de reformas constitucionales que permitan superar los grandes retos de la Republica.

Po lo mismo, es vital abrir espacios a nuevas normas que permitan mejorar la economía, la comunicación en todas sus formas, la vertiente, importantísima, de la política energética, el tema del petróleo, la exigencia de actualizar el régimen político-electoral; en fin el país requiere de una fuerte sacudida legislativa que ponga a tono y al día los instrumentos legales acordes al momento de México.

 La nación, todo el mundo lo sabe, urge de ese impulso fortalecedor de las instituciones y el poder del Estado por medio de una profunda revisión y reforma de fundamentales leyes ordinarias o secundarias  principiando por la ya efectuada a la Constitución General.

Donde se ha visto atorado el proceso legislativo es en las leyes secundarias y en el caso de la reforma electoral y la energética en los estados, que se tiene por fuerza que adecuar a la ley local a la federal. Lo que en un principio se supuso que sería la fórmula idónea para lograr la gran reforma política, el Pacto por México, sirvió, es innegable, para destrabar posturas iniciales y caminar ciertamente en los primeros acuerdos. El asunto se complicó cuando, ya dentro del proceso formal legislativo resultaron puntos de vista diversos y rompieron los primeros acuerdos.

Hoy la discusión se torna difícil entre los partidos representados en las dos cámaras del Congreso. Se ha vuelto un toma y daca, una ensalada donde todos meten su cuchara y opinan a su conveniencia.

 

 Son nuevamente los nefastos intereses políticos, chantajes, que como monedas de cambio, detienen las negociaciones, cuando el PAN se opone a lo que antes apoyo y el PRD también jala para su sayo negando lo que antes afirmó, en un “chimoltrúfico”: “como dije que si, ahora digo que no”.  A ver hasta cuándo.


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